"Como le pille, le rajo"
A eso de las cuatro de la madrugada, el taxista, Ángel, a quien acompañó un redactor de este diario, como otros cientos de taxistas nocturnos, toma un café en el bar Iberia, próximo a la calle de San - Bernardo. Unos muchachos ebrios dan patadas a cuantas papeleras encuentran. Arrancan una y la dejan tirada en medio del asfalto. El taxi tuvo que esquivarla más tarde.Ya en la Gran Vía, varios orientales venden bocadillos; hay bastantes magrebíes. "Otras noches, a estas horas, son muchos más comenta Ángel. En la calle de la Montera, una pareja de policías locales identifica a una mujer que viste ligera y balancea un bolso. La lechera de la policía da, vueltas por la Gran Vía. En una esquina, un muchacho se tapa la cara con las manos y golpea su cabeza contra un escaparate. Dos policías municipales tratan de disuadirle, y le hacen preguntas. El chico, de unos 25 años, sé resiste a responder. Otro chico acaba de hacerle un gran tajo en la cara, "con un cuchillo así de grande", explica el herido abriendo ampliamente las manos. De su cara chorrea abundante sangre. La lechera se detiene y varios, policías se bajan soplando vaho sobre sus manos para combatir el frío de la noche.
-¿Necesitáis ayuda?
-No; si además no quiere decir quién le ha' hecho eso -contesta el agente.
Su compañero avisa al Samur [servicios de urgencias Inuilicipales]. Un joven bien vestido se acerca a los policías y les cuenta que el autor de la agresión iba vestido entero con ropa vaquera. "Se ha ido por allí corriendo", señala hacia una bocacalle de la Gran Vía. El herido se tambalea, por el dolor y por la fuerte dosis de alcohol que ha ingerido.
-Dejádinelo a mí. Vosotros no hagáis nada -espeta a los policías- Cuando le pille, le rajo. Quería que le diera la chupa; le he dado en la cara, plas, y ha sacado una navaja y me ha rajado. El cabrón quería licenciarme un ojo.
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