El dificil abrazo de las literaturas
Esta semana, en Madrid, conversaban dos grandes escritores latinoamericanos sobre la conveniencia de juntar alguna vez en España a escritores de todas partes de América Latina -cubanos, argentinos, chilenos, mexicanos, ve nezolanos-, para que aquí pusieran en común lo que piensan que puede ser un mejor entendimiento del porvenir de la imaginación y de su lengua. Uno de los dos escritores pensó un poco en la idea y luego dijo:-De acuerdo. Lo hacemos. ¿Y quién recoge los cadáveres?
Es legendaria la envidia y el desdén que se produce en la comunidad literaria, un universo que trabaja con el alma y se zahiere con las uñas. Y verdaderamente parecería utópica una reunión así en la que unos y otros aparcaran su luz propia para que creciera una mayor difusi6n de la imaginación común; pero parece que va siendo posible ese difícil abrazo de las. literaturas latinoamericanas. En ese abrazo, como decía Antonio Muñoz Molina el lunes último en Madrid, en una reunión de es critores argentinos y españoles, Espana es una provincia: más que ha de contribuir a resolver un mal entendido de ¡da y vuelta, en el que no hay culpables sino víctimas, en el que ni un lado ni el otro aceptan las particularidades de las lenguas y es imposible que entiendan que pollera y falda aluden a la misma cosa y no hay que traducir un término y otro en ningún lugar de nuestras lenguas, porque todo está en el diccionario de todos.
Y no parece tan imposible ese abrazo de las literaturas, aunque hasta ahora parezca que todavía la paz se da por separado, si se da, que esto también parece, una utopía en cada uno de los territorios de la lengua. Al tiempo que los argentinos se encontraban con los españoles, cubanos de un lado y del otro de Cuba se reunían entre ellos y con sus colegas de aquí en Madrid, Carlos Fuentes presentaba a colegas y compatriotas suyos al público español, y desde el lunes, escritores de todas las procedencias, rendirán en la Casa de América homenaje al chileno José Donoso, el autor de El obsceno pájaro de la noche.
La nuestra es una cultura peregrina y mestiza, y por eso es rica, como dijo Fuentes en su discurso de anteayer en Oviedo, y en ese viaje interminable de la cultura literaria en español se produjo desde el final del boom un desentendimiento que no sólo ha afectado a la relación entre los dos mundos de habla hispana sino que ha roto la comunicación entre los propios países latinoamericanos, cuyos libros se desconocen mutuamente. El Príncipe de Asturias resumió en su discurso de clausura de la entrega de los premios a los que da nombre la contradicción profunda que supone esta pérdida de contacto, porque en efecto la lengua -y su literatura- produce 1a fraternidad misteriosa y entrañable" que proviene de nombrar desde niños las mismas cosas con los mismos, nombres.En cierto modo, el acto de Oviedo fue una confirmación de que ese abrazo de las culturas del que hablaba Fuentes es posible también en la desconfiada comunidad literaria; allí estaban con el premiado sus, colegas mexicanos Héctor Aguilar Camín, Carmen Boullosa, Bárbara Jacobs y Daniel Sada, el guatemalteco Augusto Monterroso y el colombiano Gabriel García Márquez que fue aludido y aplaudido tantas veces que su platea se convirtió en una parte del estrado, cumpliéndose así el único objetivo que tiene al escribir el autor de Cien años de soledad: que le quieran más. Y no estuvo Donoso porque el avión no le dejó.
Son tiempos más placenteros para la lengua y acaso para los escritores; pero la reticencia prosigue. El lunes se da el Cervantes, por ejemplo, y resulta ya legendario que se deduzca que si un año ha sido español el otro año tenga que ser latinoamencano su ganador, como si América Latina fuera un solo país, enfrentado en esas condiciones de inferioridad atávica a los trasatlánticos de la vieja madre patria; y como si en efecto estos premios se dieran a países y no a los creadores de la lengua. Ayer le preguntaban a Fuentes en Oviedo que si no pensaba que en la historia del premio que había recibido, ganado también por Juan Rulfo, Uslar Pietri, Vargas Llosa (y Octavio Paz, por su revista Vuelta), no había ya bastantes latinoamericanos.
-Pues mire usted -respondió, Fuentes-, francamente me parecen pocos.
Que no haya un boom de nuevo, que es una palabra horrible, decía Fuentes; pero sí es deseable que haya un boomeran, una invasión de ¡da y vuelta que convierta la antigua utopía de la lengua común en la posibilidad del abrazo sabio y placentero que es capaz de producir la literatura. A lo mejor al final de ese camino no quedan cadáveres sino metáforas.
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