'Enanas marrones' y la barra de la galaxia
Tres equipos de astrónomos -OGLE (amorosa mirada, en inglés), EROS y MACHO (no comment)- han estado durante más de un año midiendo sistemáticamente posibles variaciones de la luminosidad aparente de varios millones de estrellas, con objeto de determinar la naturaleza de la misteriosa masa oscura de nuestra galaxia. El objetivo no ha sido aún alcanzado, pero los resultados son ya sorprendentes.La Vía Láctea, un conjunto de 100.000 millones de estrellas, es la galaxia espiral en que vivimos, esa gran pincelada de luz difusa que, lejos del mundanal brillo de la ciudad, vemos de noche en un cielo claro y sin luna. Como otras galaxias semejantes, la nuestra está rodeada de un halo que no brilla, pero cuyos efectos gravitacionales podemos observar. El halo es mucho mayor y contiene mucha más masa que la parte de la galaxia visible en forma de estrellas, polvo interestelar y nubes de gas. ¿Qué es esa misteriosa masa oscura?
La hipótesis más conservadora es que los halos galácticos consistan en un enjambre de enanas marrones. Una tal enana sería un astro de densidad y composición semejantes a las del Sol, pero diez o más veces más ligero. En el interior de objetos tan enanos, la presión y temperatura no bastan para encender las reacciones nucleares que hacen brillar a una estrella.
Un método para detectar una enana que no brilla consiste en esperar a que cruce cerca de la línea que va del observador a una estrella bien visible y más lejana. La atracción gravitacional de la enana actúa entonces como una lupa y concentra de modo pasajero y bien característico la luz de la estrella sobre el observador. Son estos efectos de lentilla gravitacional los que han sido muy recientemente registrados por docenas.
Como una pasta con guinda, la parte visible de nuestra galaxia tiene en su centro un núcleo, una densa aglomeración de estrellas. En las afueras de la Vía Láctea gravitan otros dos conglomerados de estrellas: las Nubes de Magallanes. Para buscar enanas marrones, el seguimiento del brillo de las estrellas del núcleo y de las Nubes es idóneo.
Debería uno embarcarse siempre en empresas cuyo más preciado objetivo es un fracaso rotundo. Parece una cita de algún infame financiero, pero no lo es. Quiero decir que, si el halo de la galaxia no lo componen enanas marrones, consistiría probablemente en una novísima sustancia ignota. Las observaciones en dirección de las Nubes decidirán a la larga si el halo de la galaxia consiste o no en enanas, pero son por ahora insuficientes para abocar a una conclusión clara. Los resultados en la dirección del núcleo son ya más abundantes. Y, como sucede frecuentemente en toda investigación, y casi siempre en astrofísica, son más bien inesperados.
Le es más difícil ver el partido de fútbol al árbitro que al público. Asimismo, conocemos nuestra galaxia peor que otras, por verla desde dentro. Las lentillas gravitacionales descubiertas en la dirección de su núcleo pueden deberse a enanas marrones o a estrellas muy poco luminosas, pero los datos no encajan con ningún modelo simple del centro de la galaxia. La salida más airosa, de la que había alguna indicación previa, consiste en suponer que, como algunas otras galaxias espirales, la nuestra tiene una barra de estrellas en su centro. La barra apuntaría casi exactamente en nuestra dirección y su perspectiva la hace aún más difícil de ver. Los cazadores de enanas marrones han cobrado una pieza inesperada.
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