Temor a una catástrofe humanitaria si se retiran los "cascos azules" de Bosnia
Hay dos supuestos de retirada de los 24.096 cascos azules de Bosnia: total o sustitución progresiva de los países occidentales que desean irse (Francia, Reino Unido, Holanda, España, Canadá,) por otros del Tercer Mundo. Sólo una incontrolada extensión de la guerra obligaría a la primera opción. El resultado sería una catástrofe humanitaria: miles de civiles quedarían expuestos al hambre, al frío y a las armas; a la limpieza étnica y a la impunidad de los atacantes.
Srebrenica, habitada por 44.000 personas, la mayoría musulmanes, fue la, primera zona segura creada, el 16 de abril de 1993, por el Consejo de Seguridad de la ONU. Hoy está protegida por 200 cascos azules holandeses. No hay defensores activos de la Armija bosnia. Éstos fueron desarmados el 17 de abril de 1993 por un polémico acuerdo firmado por el general francés Philippe Morillon, máximo jefe entonces de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor).Una retirada de los cascos azules, en respuesta al levantamiento de armas de hecho decretado por Estados Unidos, no sólo quebraría el compromiso de la ONU de proteger Srebrenica, sino que dejaría a sus habitantes sin el socorro humanitario. Sin cascos azules, el enclave sería objeto de una fácil captura por los serbios que la rodean. Zepa, con 10.000 habitantes defendidos por una compañía de soldados ucranios, es el mismo caso.
Gorazde, el tercer enclave musulmán en Bosnia oriental, con 30.000 civiles apoyados por cascos azules británicos, es el único que tiene Ejército. Hay unidades de la Armija, aunque muy disminuidas tras su derrota en la ofensiva serbia de abril.
El mandanto de Unprofor en Bosnia, basado en la resolución 770 aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU en agosto de 1992, y que amplía la misión original de Croacia, es claro: establece el uso de "todos los medios necesarios para facilitar ayuda humanitaria a Sarajevo y a otras partes de Bonsia".
Cerca de 430.000 personas en la capital bosnia; 750.000 en la norteña región de Tuzla; 220.000 en el enclave de Bihac; 20.000 en Maglaj o 50.000 en Mostar dependen exclusivamente de la ayuda humanitaria por vía terrestre o aérea para sobrevivir, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Una eventual retirada total de Unprofor de Bosnia imposibilitaría el transporte de alimentos y medicinas, ya que estos quedarían indefensos ante los saqueos y provocaría el cierre de aeropuertos vitales para el reparto como son los de Sarajevo y Tuzla.
El hambre como arma
El enclave de Bihac, donde ahora se desarrollan los peores combates es un ejemplo de ese futuro incierto. No han entrado con regularidad convoyes desde mayo y se ha suspendido el lanzamiento de alimentos desde el aire, como se hizo en Maglaj durante nueve meses, por razones de seguridad. Los habitantes de Bihac están condenados a la autosuficiencia. El hambre es, ha sido, y podría volver a ser, una cruel arma de guerra
El relevo, en enero de 1994 del general belga Francis Briquemont por el británico Michael Rose al frente de Unprofor, y sobre todo, el brutal ataque de febrero contra el mercado de Sarajevo, que causó la muerte de más de 60. personas, modificó la misión original de los cascos azules: de escoltar convoyes humanitarios a través del territorio de los bandos enfrentados se pasó a realizar labores de interposición.
El primer ultimátum de la OTAN, en febrero de este año, contra los sitiadores serbios de Sarajevo, les obligó a retirar todo el armamento pesado -es decir, todo aquel con un calibre superior al 12,70 milímetros- a una distancia de 20 kilómetros del centro de la capital o colocarlo bajo control de Unprofor en zonas de recolección. Si los cascos azules se retirasen de Sarajevo, la ciudad retornaría al infierno: bombardeos, francotiradores, cortes de agua, electricidad, gas y falta de alimentos. El trabajo de dos años de la ONU y de las agencias humanitarias, desde el ACNUR hasta la Cruz Roja, sería inútil.
Croatas y musulmanes, aliados contra los serbios desde la forzada federación creada en marzo bajo impulso diplomático estadounidense, aún tienen abiertas las heridas de casi un año de guerra. En Kupres, Bosnia central, combaten codo a codo contra los hombres de Radovan Karadzic, pero en Mostar, la capital de Herzegovina, las tensiones persisten. Allí se concentran los elementos más radicales de¡ Consejo de Defensa Croata (HVO) opuestos a la paz con la Armija bosnia, a la que tilda de Ejército mujahidin. Fuentes occidentales en Zagreb destacan el papel de interposición de los cascos azules españoles en Mostar. Una retirada facilitaría la vuelta a los combates.
El segundo supuesto, el de retirada progresiva de los países occidentales, dejaría Unprofor sin sus soldados teóricamente mejor cualificados: franceses, británicos, holandeses, españoles y canadienses. El cumplimiento de las resoluciones de la ONU quedaría en manos de cascos azules de Egipto, Bangladesh o Pakistán que, pese a su buen hacer, carecen de capacidad de presión política y militar. Durante el segundo ultimátum de la OTAN, en la crisis de Gorazde en abril de 1994, los serbios previnieron los ataques con la captura de más de 20.0 miembros de la ONU entre cascos azules y observadores militares. Ese hecho marcó al mando de Unprofor. La advertencia fue recogida: las tropas de la ONU serían las más perjudicadas en una escalada militar.
Ahora en Bihac, el contraataque serbio, con bombardeos sobre zonas de población civil, viola las resoluciones de la OTAN. Pese a ello, no han intervenido los aviones de la OTAN. Esa es la razón en la que se basa la decisión estadounidense de obviar el embargo de armas a los musulmanes. El Gobierno bosnio lo resumió hace unos días: entre ayuda humanitaria y el levantamiento del, embargo, elegimos las armas. Los europeos, fingiendo escándalo por la actitud de Washington, optan ahora por el quiebro político. Todos hablan. Todos, menos los víctimas de la guerra. Muchas están muertas.
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