_
_
_
_

"Me asusta pensar que nunca más tomaré una copa"

Los amigos de María C. no dudaban en telefonearla cada viernes. Ella no les defraudaba. Estaban de acuerdo. Después de una semana de estudio, llegaba el momento de cargar pilas, de ponerse a tono.Sus padres tampoco tenían queja. Hace dos años se licenció en Ciencias Empresariales y apenas tuvo problemas, poco después, para encontrar su primer empleo. Jamás se sintió rechazada por beber. Hoy, a sus 25 años, después de cuatro de adicción al alcohol, teme que la gente le dé de lado por reconocer su enfermedad.

"Sólo bebía los fines de semana. De lunes a jueves, ni lo probaba. ¿Por qué iba a ser alcohólica? ¿Por qué yo y no cualquiera de los muchos que estaban tomando copas como yo en los locales que frecuentaba? Lo más duro es reconocer que dependes del alcohol, que eres una adicta".

Más información
Por cada heroinómano hay 40 alcohólicos

A ella, sin embargo, le costó casi más convencer a los demás. "Cuando se lo conté a mi hermana, me dijo que estaba exagerando, que yo no bebía más de lo normal. Sólo después, cuando le expliqué que el alcohol era para mí una necesidad, terminó por aceptarlo".

Los padres de María ignoran todavía que su hija, ha sido alcohólica. Lleva siete meses sin probar gota. Ha cambiado el neón de los bares de moda por el sombrío piso (las casi inexistentes subvenciones no dan para mucho) de la Asociación de Ex Alcohólicos Españoles. A fuerza de decir no a los combinados de whisky de importación, sus antiguos compañeros de juerga han dejado de llamarla: "Sólo me quedan los amigos de verdad, los imprescindibles".

A María le chocan las historias que cuentan sus compañeras más veteranas en la terapia de grupo. Maridos que las maltrataban, esposas de otros alcohólicos, mujeres vejadas o amas de casa que bebían a hurtadillas hastiadas de todo. Ella vive sola desde los 22 años. Tiene un buen trabajo. Apenas ha tenido un mal de amores que ahogar en alcohol.

El reto de María es ahora reconstruir su vida. "Dejar el alcohol no es tan difícil. El problema es qué hacer después. Miro hacia atrás y, siento un gran vacío. ¡Cuánto tiempo perdido! ¡Cuántas energías desperdiciadas! Lo único que sé es que no quiero seguir dependiendo de unas copas para seguir funcionando".

En silla de ruedas

"Una cosa es segura. Ahora sí que soy yo misma. Cuando salgo, al día siguiente me acuerdo de todo. Sé dónde dejé el coche la noche anterior". En una ocasión, después de un fin de semana entero de juerga, María estuvo buscando su automóvil durante tres días. "Si cometo alguna locura, la asumo porque en la actualidad soy, plenamente responsable".

"He tenido suerte. El alcohol no ha hecho grandes estragos en mi organismo. íbamos siempre en coche de local en local. Cuando lo pienso ahora, me dan escalofríos. Algunos de mis compañeros de copas se han quedado en el camino".

Una noche que María decidió quedarse en casa, su entonces novio se salió a gran velocidad de la autovía de Madrid a la Coruña. La única causa del accidente fue, como en el 50% de los casos, la ingestión de alcohol. El resultado: un muerto y un joven de 20 años condenado de por vida a una silla de ruedas.

Para olvidar la droga legal, María cuenta con la ayuda de sus compañeros de la asociación de ex alcohólicos. Acude a terapia, como mínimo, dos veces por semana. "Compartimos nuestras experiencias. Nos comprendemos porque todos tenemos el mismo problema. Es muy fácil sincerarse".

"A veces me asusto cuando pienso que ya no podré probar más el alcohol. Está por todas partes. Antes y después de cada rito, de cada acontecimiento social. Cuando celebré mi último cumpleaños con mis padres, tuve que brindar y volver a dejar la copa sobre la mesa sin siquiera llevármela a los labios". María pretextó entonces un dolor de estómago. "Pero, ¿cuántas veces tendré que hacerlo? ¿Cuántas veces tendré que decir que no?".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_