Devorando el futuro
Sin duda Felipe González ha conseguido detener la caída libre en la que se encontraban él, su Gobierno y su partido desde el otoño de 1993. Después del varapalo de las elecciones europeas, el regreso del verano ha sido el negativo de lo que no se hizo hace un año. Tras deshojar la margarita de las elecciones anticipadas decidió aguantar esperando tiempos mejores y dejando al PP descolocado. Si acertó o no, lo sabremos en mayo del 95, pero por el momento ha conseguido transmitir sensación de orden y estabilidad. El Gobierno, y sectores del partido, han respondido al nuevo ímpetu, y no son pocos los ministros que están asumiendo responsabilidades o lo están intentando. El resultado es que el deterioro del PSOE parece haberse afianzado en un sólido suelo electoral, que algunos estiman no menor del 20%. No es poco si recordamos que ése era el techo que al PP le costó años romper. A salvo de errores tan manifiestos como los del año pasado, y a salvo de un recrudecimiento de los escándalos por corrupción, demasiados sin duda para andar con la cabeza alta y recobrar verdadera credibilidad, el desgaste por debajo de ese suelo no es fácil que se realice, salvo por causas demográficas; lo que ocurre día a día y con constancia, pero despacio.¿Significa eso que se puede conseguir cambiar las tomas y alzarse por encima de ese suelo? Una cosa es navegar contra el viento y otra conseguir que éste sople de través. Lo que de momento puede decirse es que, en periodos no electorales y desmovilizados, el rechazo al PSOE no se manifiesta en un ascenso claro del PP o de IU, probablemente por la debilidad de sus liderazgos (la hosquedad de Aznar es hoy el mejor aliado del PSOE). Pero las cosas parecen cambiar cuando se produce la movilización. El elector está en situación de disponible, pero no para cualquier opcion.Eso es lo que parecen mostrar las elecciones vascas, que una vez más se mueven en el marco señalado por los sondeos previos. A pesar de la fusión con EE, el PSOE desciende y lo hace con fuerza. Como es indudable que los votos de EE han ido a parar a IU, pero también al PSOE, el fuerte descenso de éste sólo puede explicarse aceptando que ha cedido votos (suyos y de EE) en todos los frentes: al PP, a IU, incluso al PNV. De modo que el desflecamiento continúa y se afianza en unas elecciones autonómicas y en una autonomía de extrema importancia. Y la primera consecuencia a sacar es que estas elecciones se mueven en la línea de tendencia marcada por las generales dé' 1993 y las europeas y andaluzas de 1994. Pero además parecen confirmar la hipótesis de que los pactos de gobierno entre el PSOE y los nacionalistas acaba pagándolos el primero. Paga más quien más obtiene. Tiene razón Jáuregui al señalar que "durante ocho años [el PNV] ha tenido al PSE de la mano dándoles una cobertura y un brillo que no sé si se rnerecen". ¿Qué diría entonces de CiU? Un desgaste cuya magnitud debemos evaluar recordando que Jáuregui es un magnífico y excelente líder, hábil político y con una buenay merecida imagen. Y que ha contado con todo el respaldo de Felipe. A pesar de ello (¿o quizá por ello?) ha sido duramente golpeado. De modo que todo hace sospechar que lo que ha ocurrido con el PSE ocurrirá también con el PSC. Y que, con esos pactos, el PSOE sigue devorando su futuro para aguantar en el presente una política que comenzó ya en 1989. La tercera y última lección es que el furor nacionalista puede estar tocando techo y no es absurdo comenzar a hablar de un contexto político posnacionalista, al que no es ajeno el ascenso del PP y de IU. Quizá la población de esas comunidades empieza a satisfacerse con lo mucho ganado desde 1978; quizá empieza a comprender que es menos lo que gana ,apostando local que lo que deja de ganar apostando nacional, que la pacificación atraerá no pocas inversiones, muy necesarias. Quizá empiezan a estar cansados de parecer tan distintos, y sin duda Arzalluz, el mejor colaborador que nunca tuvo el nacionalismo español, trabaja con tesón en ese sentido. Lo que, si es cierto, crearía otra línea de dificultades para un PSOE que lleva meses cantando las excelencias del multinacionalismo.
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