El presidente cancela su visita a todos los lugares sagrados

La antigua, compleja y volátil disputa árabe-israelí sobre Jerusalén se antepuso anoche como un obstáculo insuperable para la planeada visita de Bill Clinton a los lugares sagrados del judaísmo, el cristiano y el islam. El presidente norteamericano tuvo que cancelar intempestivamente su proyecto de visitar el Muro de las Lamentaciones, la basílica del Santo Sepulcro y el Domo de la Roca para no herir suceptibilidades y, sobretodo, para no provocar una nueva y grave polémica.Funcionarios del protocolo atribuyeron la decisión de Clinton a la fatiga, pero los motivos políticos del presidente resultaban obvios: su visita al sector amurallado de Jerusalén oriental, en compañía del alcalde israelí Ehud Olmert, le habría colocado en el punto de mira de las autoridades políticas palestinas y la jerarquía religiosa musulmana que, como muchos países, no reconocen la soberanía israelí sobre ese sector de la Ciudad Santa.

Hacerlo del brazo de autoridades religiosas del judaismo, el cristianismo y el islam habría sido una clara afrenta para el primer edil israelí. Olmert había insistido en ser el anfitrión oficial del presidente norteamericano que visita lo que Israel define como su única, eterna e indivisible capital. En ese empeño tropezó con airadas protestas de los palestinos que jamás han renunciado a sus derechos sobre la ciudad y para quienes Jerusalén oriental, capturada por los israelíes a los jordanos en la guerra de 1967, ya es la capital de lo que piensan va ser su futuro Estado independiente de Palestina.

Ansioso por evitar una peligrosa tormenta política, el presidente Clinton pareció hallar una solución salomónica: en lugar de despertar con su presencia la ira de uno u otro lado, envió a su esposa, Hillary, como embajadora a un paseo privado sólo por el sector judío de la ciudad.