El jefe del Gobierno ruso se ve obligado a desmentir los rumores sobre su dimisión
El jefe del Gobierno ruso, Víktor Chernomirdin, tuvo que desmentir personalmente anoche los rumores sobre su dimisión que circulaban en Moscú tras su ausencia en las ceremonias oficiales en honor de la reina de Inglaterra, Isabel II.Chernomirdin, que está de vacaciones en la localidad de Sochi, en la costa del mar Negro, conversaba por teléfono con el vicepresidente norteamericano, Albert Gore, cuando la cadena de televisión independiente informó de su supuesta dimisión, citando a una emisora de radio moscovita. Lo que dijo el primer ministro al enterarse de las especulaciones fue tan "escabroso que no es posible trasmitirlo", afirmó el portavoz presidencial Valentín Serguéiev, según la mencionada cadena de televisión.
En círculos políticos moscovitas, el mentís oficial no consiguió borrar la impresión de que "algo extraño" ha sucedido en el tándem formado por el presidente y el jefe del Gobierno de Rusia, es decir el número uno y el número dos en la escala de poder rusa.
En Sochi, Chernomirdin, que ayer fue de cacería con el príncipe Enrique de Dinamarca, tiene prevista hoy una reunión dedicada a las obras de un complejo olímpico antes de volver a Moscú el 20 de octubre, según informó el secretariado gubernamental.
En un ambiente de etiqueta que las vetustas paredes del Kremlin no conocían desde antes de la Revolución de 1917, Yeltsin dio anoche una cena de gala, en la que se recuperaron algunas viejas recetas culinarias rusas en honor de la reina Isabel de Inglaterra. "Soy el primer monarca. británico que visita Moscú. Usted es el primer presidente de la Rusia independiente. Tenemos una historia complicada detrás de nosotros, pero el mensaje de nuestros pueblos es simple... en el futuro debemos trabajar juntos, y juntos debemos construir un futuro mejor", afirmó la soberana. británica. Yeltsin, a su vez, manifestó que la monarquía había probado que puede ser parte de un sistema democrático de gobierno y una personificación de la unidad espiritual e histórica de la nación. En la plaza Roja, donde la policía mantuvo bien al margen a los curiosos, para desilusión del séquito real, Isabel II evitó cuidadosamente el mausoleo donde reposan los restos de Lenin, el fundador del Estado soviético.
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