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Los problemas del Kremlin y Buckingham Palace empañan la visita de Isabel II a Rusia

Pilar Bonet

La reina de Inglaterra, Isabel II, llegó ayer a Moscú y se convirtió en la primera soberana británica en ejercicio que pone su pie en tierra rusa, en una histórica visita algo empañada por los problemas internos de Buckingham Palace y los del Kremlin. Isabel II, envuelta en un abrigo de armiño; su esposo, el príncipe Felipe, y una comitiva en la que se encontraba el ministro de Exteriores, Douglas Hurd, fueron recibidos en el aeropuerto de autoridades de Vnukovo por el viceprimer ministro, Oleg Soskovets, el mismo funcionario que disculpó a Yeltsin ante los dirigentes de Irlanda hace unos días, cuando el presidente ruso, según la versión oficial, se quedó dormido en el avión que le llevaba de Estados Unidos a Moscú.

Ayer, ante la soberana británica, Soskovets sustituía al jefe del Gobierno, Víctor Chemomirdin, que continuaba sus vacaciones en la costa del Mar Negro, pese a que su presencia en Moscú para agasajar a la reina estaba prevista en el programa inicial de la visita. La ausencia de Chernomirdin alimentó las especulaciones según las cuales se ha producido un deterioro en las relaciones de Yeltsin con Chemomirdin, y el presidente habría decidido dejar a éste al margen de la visita. Yeltsin, sin embargo, ha querido subrayar la importancia que del viaje real y ha decidido acompañar personalmente a la reina a San Petersburgo.Los dirigentes rusos han sido bien aleccionados sobre las exigencias del protocolo británico, incluida la prohibición de tocar a la reina. Yeltsin y su esposa, Naina, dieron la bienvenida oficial a Isabel II en la sala de San Jorge del Kremlin, y el presidente ruso, muy envarado, hizo entrega a la soberana de un ramo de rosas amarillas a juego con el traje de ésta. Después, la reina visitó el Kremlin, donde residirá durante su estancia de dos días en Moscú, y acudió al teatro Bolshoi para contemplar el ballet Gisele, antes de presidir una recepción de honor en la embajada británica.

Kózirev-Hurd

Otro de los ausentes entre los anfitriones rusos fue el ministro de Exteriores, Andréi Kózirev, que se encontraba en Estados Unidos y que ha decidido castigar así las negativas declaraciones de su colega británico, Douglas Hurd a propósito de la gira del jefe de la diplomacia rusa por Oriente Próximo y sus tratos con el presidente de Irak, Sadam Hussein.Con su presencia en Moscú, la reina de Inglaterra pone un punto y final simbólico al distanciamiento entre el Reino Unido y la Rusia soviética, cuyos líderes ordenaron en 1918 la ejecución del zar Nicolás II, pariente de Isabel II.

La orden que acabó con la vida de los últimos Románov reinantes en Rusia fue cumplida en una vivienda burguesa de Yekaterinburgo (en los Urales), derribada en los años setenta por orden de los dirigentes soviéticos. El responsable de hacer cumplir la orden fue Borís Yeltsin, a la sazón jefe del Partido Comunista de la región.

La prensa del corazón está poco desarrollada aún en Rusia y los problemas matrimoniales del heredero no son temas prioritarios en los medios de comunicación, que en vísperas de la visita real se han concentrado más bien en exhaustivas explicaciones históricas, elaboración de árboles genealógicos y artículos sobre el parentesco de los zares y la familia real británica.

Para algunos políticos rusos, la monarquía es una posibilidad a considerar, incluso para el jefe del Partido Comunista de Rusia, Guennadi Ziuganov, que justificó su reciente asistencia a una reunión de los monárquicos rusos, alegando que se encontraba en proceso de búsqueda. Los grupos monárquicos, sin embargo, están divididos entre diversos candidatos y tienen poca fuerza.

Durante la visita de Isabel II, las autoridades rusas no se verán en los apuros que tuvieron los dirigentes soviéticos en 1984, durante la visita de los reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía.

En aquella ocasión, los responsables del protocolo trataron de evitar que doña Sofia contemplara el cuadro La reunión de gala del Consejo de Estado, pintado por llia Repin a principios de siglo y que está en el Museo Ruso de San Petersburgo. En el cuadro, aparece el zar Nicolás II, que también era pariente de la reina de España.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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