Un buen comienzo
EL PRESIDENTE legítimo de Haití, Jean-Bertrand Aristide ya está en su patria, de la que fue expulsado por un grupo de militares golpistas hace poco más de tres años. Una gran multitud celebró ayer en las calles de Puerto Príncipe su regreso con una alegría desbordada tan genuina como poco habitual en este maltratado país caribeño. Y el principal responsable del régimen de terror que desde el derrocamiento de Aristide han sufrido los haitianos, Raoul Cédras, ya está en su exilio panameño. Sus colaboradores han sido desarmados, al menos en gran parte.El orden público parece estar más menos garantizado por las tropas norteamericanas y los oficiales a su cargo hablan de una buena colaboración con las autoridades haitianas. Washington anunció ya el levantamiento de todas las sanciones contra Haití. ¿Final feliz, por tanto, para la operación de restauración de la democracia en Haití?
Sería demasiado optimista pensarlo. Con la llegada: del presidente a Puerto Príncipe comienza la fase más compleja de toda esta operación. Ocupar este mísero Estado sin apenas Ejército no era un problema para las fuerzas norteamericanas. Desarmar a los sicarios de Cédras, cuya única experiencia con las armas era el asesinato de civiles desarmados, tampoco. Incluso el convencer a Cédras y a sus más íntimos colaboradores de la conveniencia de que se fueran al exilio ante los graves riesgos que correrían de quedarse en el país una vez despojados de sus instrumentos para aterrorizar a la población no pudo. ser excesivamente dificil. Sobre todo si además se les brindaba, como se hizo, el puente de plata que supone su renovado acceso a las cuentas corrientes millonarias que mantienen en el exterior, sobre todo en Estados Unidos, producto del expolio sistemático del patrimonio nacional.
Pero es ahora cuando se abren los grandes interrogantes. Habrá que ver si Aristide cumple con sus promesas de reconciliación, reiteradas ayer en el discurso a su llegada a Puerto Príncipe, y no cae en la tentación de la venganza y represión de la disidencia. Tres años bajo. el régimen de Cédras han podido crear en muchos haitianos una imagen idealizada de Aristide. Pero algunos no olvidan su jacobinismo demagógico y la violencia ejercida por sus leales durante su breve ejercicio del poder. Aristide ha prometido que no se presentará a las próximas elecciones, pero. ya surgen voces que sugieren una prolongación de su mandato para compensar los tres años que estuvo en el exilio. Y su seguridad habrá de ser garantizada al menos durante cierto tiempo por fuerzas norteamericanas. Gran parte del aparato policial y militar, así como los sectores acomodados y la oligarquía, desconfían de él.
Y cuando pase la euforia de la mayoría y surjan los inevitables conflictos políticos internos será mejor que las tropas norteamericanas hayan abandoñado el país. En caso contrario, el éxito político inicial de Clinton en Haití puede convertirse, aún en una ciénaga.
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