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Reportaje:EL RASTRO PERDIDO: LA ACEBEDA

Los acebos resisten

Vicente González Olaya

Hace cuatro siglos, unos pastores segovianos atravesaron la sierra del Guadarrama buscando mejores pastos para su ganado. Encontraron un fértil valle en la vertiente madrileña de la sierra. Levantaron casas de pizarra y dieron un nombre al despoblado lugar: La Acebeda, debido al gran número de arbustos de acebo que crecían entre los robledales cercanos.Hace pocos años, los acebos comenzaron a desaparecer. "Se los llevaban para decorar los belenes y los árboles de Navi-, dad", dice el alcalde socialista, Agustín García González. Actualmente, la legislación protege a este arbusto y la especie se va recuperando lentamente. González asegura: "En los últimos años se ha notado un aumento de los especímenes entre los robledales de los montes".

La primera casa que los pastores segovianos levantaron en el municipio aún se conserva. "La declararon monumento histórico", dice orgulloso Fermín Tomé, su actual propietario. "No podemos hacer reformas en ella. La tenemos cerrada todo el año", añade. Se trata de una pequeña construcción de piedra, con puerta de madera, y levantada sobre rocas de pizarra. Es conocida en el pueblo como la,casa de las penas.

Esta edificación se encuentra frente a la deteriorada iglesia de San Sebastián, una construcción del siglo XVII, a punto de hundirse. Hace cinco años, una de las vigas del techo de la iglesia se partió. Los vecinos solucionaron el problema colocando puntales para soportar el tejado. Los travesaños caídos sirven ahora de bancos a la entrada del templo. "Cualquier día vamos a tener una desgracia", dice el vecino Daniel Isabel. Los vecinos afirman que carecen de fondos para reparar el templo. El párroco, José Medina, reforzó hace meses el coro con maderas al estar podridos los tablones del suelo. "Temí que alguien se hiciese daño", apunta.

El retablo renacentista, una virgen, tres altares y las campanas del siglo XVI desaparecieron hace 30 años. El párroco de aquel tiempo se las llevó para restaurarlas y, desde entonces, nadie las ha vuelto a ver. Poco después, intentó llevarse el tríptico, pero el pueblo se opuso. "Era lo único que nos quedaba", apunta el alcalde.

Agustín García afirma: "Hace tiempo que pedimos una subvención a la Comunidad, pero no llega". El regidor asegura que están esperando también las ayudas del obispado "y de una parroquia de Madrid que está dispuesta a soportar los gastos". Precisamente ayer, el obispado remitió al Ayuntamiento un proyecto de reforma de la iglesia. "Ahora sólo falta el dinero", dice el alcalde.

Pero La Acebeda (61 habitantes) tiene otras muchas cosas: un gigantesco túnel ferroviario que atraviesa el subsuelo del casco urbano, un apeadero en el que los trenes sólo paran los sábados, un molino de agua sin molinero pero. que está a punto de convertirse en un restaurante, un Ayuntamiento sin concejales.

En este municipio, hace 30 años, la población superaba las 400 personas. "Pero se fueron marchando porque aquí no tenían futuro. Ahora sólo somos 61 personas, de las que 47 son jubilados", dice el alcalde.

Son las siete de la mañana. El tren de mercancías con 16 vagones que proviene de Madrid atraviesa el municipio. Las vibraciones del ferrocarril se transmiten al túnel que atraviesa el pueblo. Daniel Isabel, agricultor retirado, sabe que ha llegado la hora de levantarse. "Cuando tengo muchas cosas que hacer, me despierto con el Talgo de las cuatro de la madrugada que viene de Irún. Si la jornada se presenta ociosa, espero al siguiente". ,

A pesar de sentir el paso diario de los ferrocarriles de la línea Madrid-Burgos, en La Acebeda el ferrocarril sólo para el sábado a las cuatro de la tarde. "Y vuelve el domingo a las ocho", añade la vecina Francisca Sanz, "por lo que apenas nos sirve para nada". El apeadero está prácticamente abandonado. Sólo algunos grupos de excursionistas utilizan esta olvidada estación de ferrocarril los fines de semana.

La Acebeda es un pueblo de calles empinadas y casas de pizarra. Los vecinos pasan las jornadas charlando o arreglando los huertos. "Aquí hay pocas cosas que_ hacer y casi no podemos ver ni la tele" asegura la vecina Francisca Espinosa. En La Acebeda sólo se ve un canal de televisión, "porque, como somos tan pocos vecinos, no podemos ni comprar un repetidor". En el municipio no hay ni farmacia, ni tiendas, ni estanco. Todas las compras se hacen en Buitrago de Lozoya.

Al contar con menos de 100 habitantes, la localidad es considerada concejo abierto, por lo que todos los vecinos pueden votar en los plenos y tienen. la consideración de concejales. El alcalde suele tomar las decisiones finales. "La mayoría de la gente no viene a los plenos porque son muy mayores o están enfermos".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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