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La revolución cultural italiana

Resulta difícil gobernar desde la derecha en un país en el que toda la cultura política es de izquierdas, incluso la de aquellos que han personificado a la derecha. Resulta difícil guiar a un país en el que el electorado tiene más madurez política y mayor realismo que sus intelectuales.Si Italia quiere conservar su condición de potencia industrial, debe reducir el gasto público hasta hacerlo compatible con Maastricht. Debe dejar de utilizar el erario público como medio para lograr la. aceptación, porque esto es una perversión de la democracia. Hay que reformar un sistema de seguridad social que el descenso demográfico, el más pronunciado de Europa, convierte en ruinoso; si no cambia el sistema, los que ahora pagan las pensiones no tendrán pensión. Usado como medio de asistencia social, el sistema de seguridad social es una aberración.

Italia se ha convertido en una potencia capitalista bajo la batuta de culturas anticapitalistas y, en último término, antioccidentales, como la católica y la comunista. La imagen del país no se corresponde con su realidad.

El voto a Berlusconi ha sido un voto por el capitalismo, una abjuración de las morales políticas. La tangentópolis ha demostrado que las ideas más limpias pueden tener las manos sucias. Los que quieren ser ángeles se comportan como animales; la célebre máxima de Pascal es la lección que los italianos han aprendido con los procesos. El partido católico y el partido comunista están acabados como imágenes de la política, como culturas de la sociedad. Italia era el país occidental más parecido a los países del Este; por eso, su dinámica política es similar a la de éstos. El cambio político italiano es una revolución cultural. Italia vota por el capitalismo igual que lo han hecho Rusia, Polonia, Hungría y otros países del Este.

Sin embargo, como en el Este, es difícil votar en un país que ha estado regido por un sistema político basado en la primacía de lo público, lo social, el moralismo y el igualitarismo vistos como algo espiritual y donde lo libre, lo privado, lo individual y el consumo se ven como algo material. En la práctica el materialismo es un idealismo de Estado. El Gobierno de Berlusconi no dispone en ninguno de sus partidos de una cultura liberal de gobierno. Forza Italia, el partido más fuerte de la coalición de Berlusconi, está compuesto por hombres de la sociedad civil y de la economía. Pero la sociedad civil en el régimen anterior estaba alejada de las instituciones. No es casualidad que la tangente fuera el precio de la mediación e incluso la prueba de la separación entre hombres de la economía y hombres de la política. Por eso resulta dudoso que los hombres de la sociedad civil y de la economía, sólo por serlo, estén capacitados para gobernar. Es difícil iniciar la revisión del sistema de pensiones y mantener el consenso. El Gobierno ha perdido votos en las primeras elecciones sustitutorias (para reemplazar a un diputado de la izquierda fallecido), elecciones celebradas después de que el ministro de Hacienda anunciara la revisión del sistema de pensiones, que afecta a los futuros pensionistas, no a los actuales.

El límite político de Berlusconi viene dado precisamente por el hecho de ser el hombre de la publicidad y de las televisiones privadas; es un hombre al que le encanta ser portador de buenas noticias, no anunciar "sudor y lágrinias". Es un hombre que ama la convergencia y no el enfrentamiento. Un Reagan a la italiana, un gran comunicador que vive para la popularidad. Pero el margen de maniobra de Berlusconi es muy inferior al de Reagan. Por ahora, Berlusconi sigue los pasos de Reagan y Bush en su famosa frase "leed mis labios, no habrá nuevos impuestos". Berlusconi cuenta con la recuperación, con el nuevo milagro económico italiano, apuesta por el sector privado y por la inversión. Puede ganar en su apuesta. Tener una lira devaluada y que no, haya inflación es para el país una gran suerte, y lo es todavia mas para Berlusconi. Lo- mismo que Clinton, cuenta con la economía, y en eso no se ha equivocado el desventurado presidente norteamericano. Berlusconi espera que el sector privado real salve al sector privado ideal, político, que él representa.

Giuliano Amato gobernó en 1992 con rigor; su Gobierno sin mayoría y sin consenso -un Gobierno presidencial- pudo cumplir la más onerosa maniobra económica de la historia de la República. Pero justamente ahí está el mensaje: el riesgo del Este, la tecnocracia.

Si la izquierda hubiera ganado, le habría faltado tiempo para imponer un Gobierno tecnocrático, el de Ciampi y Spaventa, que el Partido Democrático de la Izquierda (PDS) había señalado como sus candidatos a la presidencia del Consejo de Ministros en caso de victoria electoral. Una solución bien conocida en. el Este. Habría que desearle a la izquierda que la derecha logre traer de nuevo capital extranjero a Italia y encauce la recuperación conforme a las reglas de Maastricht. El riesgo de un sistema a lo Pinochet, el capitalismo sin democracia, siempre está presente en las sociedades occidentales en que se bloquea el desarrolló

Gianni Baget-Bozzo es politólogo italiano.

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