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ELECCIONES VASCAS

De la expansión al ajuste mas duro

Una de cada cuatro personas activas en Euskadi está en el paro

Pedro Gorospe

Es el sastre del País Vasco, no cabe duda, porque al final, después de tomadas las medidas, y decidido el modelo, es quien corta la tela. Pone encima el patrón nacionalista un tanto tamizado por sus socios socialistas, y antes de meter la tijera afina el objetivo en la pequeña y mediana industria, y echa un último vistazo a la gran masa de parados. El consejero de Hacienda del Gobierno vasco, José Luis Larrea, ha hecho los último cuatro presupuestos pasando con cierta consternación de unas cuentas expansivas a las del más riguroso ajuste.Cada año hay menos tela que cortar. Desde 1991 hasta 1994 uno de cada cuatro sujetos activos está pasivo a la fuerza; el déficit de 28.000 millones de pesetas, el 0,7% sobre el PIB, se ha puesto en 40.000 millones, en torno al l%; de crecer la economía un 3% ha pasado a decrecer casi un punto, y la deuda viva a final de este año será de 248.772 millones de pesetas, un 25,4% más que en 1993, pero menos que en 1997. Entonces alcanzará la cifra de 356.107 millones. La caída de 70.000 millones en la recaudación por tributos ha sido la luz de alarma.

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La fábrica de hacer trajes italianos que se llama Concierto Económico, regulado por ley, y que año tras año dejaba un importan te excedente en el País Vasco, se veía obligado a hacer los primeros ajustes. Desde la aprobación de. la citada ley en, mayo de 1981 hasta el pasado 1993 todo eran beneficios.

Esa particularidad del sistema de financiación vasco que se llama Cupo, y que se traduce en una cantidad de dinero anual que paga el Gobierno vasco al Estado como contribución a los servicios sin transferir que presta en la Comunidad Autónoma (Seguridad Social, aduanas, impuestos exclusivos, Inem, etc) ha dejado de ser tan buen negocio. Hasta ahora esa contribución -el 6,24% del coste total de esos servicios, todavía en manos del Estado- era menor que el peso de la economía vasca en la española, y por lo tanto generaba un excedente, pero eso también se está acabando.

Subvenciones para todos

El dramático descenso de la recaudación de las haciendas forales por IRPF e IVA entre otros impuestos, aventuran el comienzo de una nueva época. Desde el año 1990 las cuentas públicas habían crecido del orden del 15%, mientras que en 1994 sólo el 2%, y gracias a la incorporación de los despliegues de la Ertzaintza y del profesorado procedente de las ikastolas, que se convierte en funcionariado. Es el primer zarpazo serio de una coyuntura desfavorable, y el precio del "despilfarro" en algunas partidas, según los partidos de la oposición.

Ese crecimiento tradicional y continuo de los Presupuestos, calificado de "irresponsable" desde la oposición, se ha fraguado en tomo al gasto de personal, que en una década ha pasado de 35.500 millones de pesetas (1984) a 127.613 millones 10 años después.

Otros gastos polémicos son los 20.000 millones para montar en Bilbao el Museo Guggenheim, la proliferación de altos cargos, la compra a expertos por miles de millones de informes de dudosa utilidad y los 14.000 millones en. avales a créditos fallidos de Industria a empresas con problemas.

La actividad sindical, sólo de la administración vasca, cuesta al contribuyente la friolera de 3.592 millones de pesetas anuales, en pago de salarios a los 705 liberados. Y todo ello cuando en 1990 la economía vasca ya estaba en la encrucijada y tuvo que esperar tres años, hasta agosto de 1993, para recibir la buena noticia de un crecimiento de la actividad industrial.

A pesar de todo, los Presupuestos de la Comunidad Autónoma Vasca han mantenido un nivel de cobertura social superior al resto de España, con aportaciones al sistema como el salario de la pobreza, y mejoras importantes en el sistema sanitario, junto a vivienda. Casi el, 66% de las cuentas vascas se destina a la producción de bienes de carácter social, 411.156 millones, las únicas partidas que han subido respecto a 1993.

Esta característica, y la tendencia del Ejecutivo autónomo a las subvenciones de todo tipo, fundamentalmente a la industria, definen en cierta manera el gasto del dinero público durante los pasados cuatro años en que se derrumbó la economía. Gráfico como pocos, el consejero de Sanidad, Iñaki Azkuna, puso fin a las subvenciones que daba el Gobierno a todo tipo de fajas y prótesis de diseño. "A partir de ahora sólo pagaremos las de color carne", anunció.

Y es que, si en casos como la política industrial la subvención está justificada, a entender de los sindicatos, en otros el problema es que ha generado un hábito, Asociaciones de todo tipo, el teatro, el mundo de la pintura, instalaciones y gestas deportivas, todos y muchos más han estado viviendo del talonario público.

"Eso se va a acabar", asegura Larrea. "Los tiempos ya no están para generalizar las subvenciones y además esa política de tutela está creando un modelo de sociedad muy cómodo, poco dinámico, y con sus miembros poco activos, poco emprendedores".

Incentivos fiscales

El Gobierno de coalición entre peneuvistas y socialistas de José Antonio Ardanza ha trabajado de manera especial la incentivación de la actividad económica, a través de una política fiscal agresiva y que le ha causado problemas y conflictos con la Administración central y la Unión Europea. Son las denominadas "vacaciones fiscales".

Hay, además, toda una serie de ayudas a la investigación e inversión, que se han complementado con una política industrial centrada, al menos en parte, en paliar con dinero del que no se devuelve los efectos más negativos de la crisis como el cierre de empresas y despido de trabajadores, el denominado plan 3R.

De las subvenciones concedidas, unos 14.000 millones de pesetas en avales de créditos son ya prácticamente imposibles de recuperar. Una forma de hacer que quizás sea la clave de la escasa conflictividad social, a pesar del alto porcentaje de paro.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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