Un policiaco muy humano

Resulta curioso que cada vez abunden más las películas policiacas protagonizadas por un niño. Las principales razones son dos: por un lado, la emoción adicional que proporciona a una situación si es un niño, más o menos indefenso quien está en peligro, y por otro, la carga dramática extra que supone para cualquier fría narración criminal hasta llegar a darle un calor humano del que carecía.Esto es lo que en buena medida ocurre en El cliente, que narra la típica historia del único personaje que conoce dónde se oculta la prueba clave de un importante juicio, pero que al estar protagonizada por un espabilado niño de 11 años, logra que el resultado pase de ser un más o menos habilidoso enfrentamiento entre buenos y malos, entre policías y criminales, a tener una fuerte carga dramática.

Al igual que La tapadera (1993), de Sydney Pollack, y El informe pelícano (1993), de Allan J. Pakula, está basada en una ánodina novela policiaca de John Grisham, de gran éxito de ventas, pero narra una historia bastante más elemental, y quizá por ello su adaptación cinematográfica sea la mejor de las tres.

Sólido drama

Esto se debe a que su realizador Joel Schumacher, que ya en su anterior trabajo Un día de furia (1992) demostró ser un nombre a considerar dentro del actual cine. norteamericano, consigue crear una sólida situación dramática, especialmente humana, dentro de la búsqueda del tesoro, la prueba clave, que en resumidas cuentas narra. Y también, aunque en menor medida, al desprecio con que dibuja tanto a los medios de comunicación, como a los políticos presuntuosos que sólo saben mirarse en ellos.El eje de El cliente es la relación que se establece entre una abogada ex alcohólica, divorciada, que ha perdido la custodia de sus hijos, y el niño protagonista que casualmente la elige, influenciado por la televisión, para defenderse tanto del fiscal del distrito como de la prensa.

La existencia de esta interesante y bien desarrollada relación es un trabajo conjunto del director Joel Schumacher y dos actores tan diferentes como excepcionales. En un lado se sitúa la gran veterana Susan Sarandon, que desde hace ya bastantes años da una lección de interpretación en cada una de sus películas, y en el otro el jovencísimo debutante Brád Renfro. Su enfrentamiento es un bello duelo interpretativo, una lección de cine y un baño de humanidad sobre un relato policiaco que sin él sería tan sólo otro más.