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Crítica:TEATRO: 'LAS BODAS DE FÍGARO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Lliure conquista Madrid

Fue un dudoso aventurero; a lo largo de su biografía se encuentra a Beaumarchais traficando con esclavos para las colonias españolas, enseñando arpa a las hijas del rey, convertido en impresor 0 negociando la salvación de madame Dubarry. Y, durante toda esa vida, inmensamente rico, a pesar de la deuda que le dejó Estados Unidos, con el que colaboró para su independencia y de la Revolución, que le tuvo al borde de la guillotina; como el rey le había tenido a pie de horca.Mientras tanto, era un librepensador, quizá un libertario, que escribía panfletos y que se divertía haciendo comedias en sus ratos de ocio; alguna gustó poco, como El barbero de Sevilla; otra, su segunda parte, algo más, hasta ser un clásico: Las bodas de Fígaro, que mereció la música de Mozart como la otra tuvo la de Rossini. Era una burla de la sociedad dominante este conde Almaviva, que había sido un bobo ayudado por su criado Fígaro a conquistar a Rosina, resulta aquí el macho dominante del que todos se burlan, al que todas engañan. Un símbolo del poder. Y Fígaro ya no es sólo un criado; es un filósofo, un pensador, que en el famoso monólogo encaja con los socialismos utópicos, predice a Marx en la relación capital-trabajo, enseña su escepticismo, se burla de todo lo establecido: la prohibió el propio rey en 1781, sufrió los cortes de seis censuras y se estrenó en 1784.

Las bodas de Fígaro

De Beaumarchais, versión castellana de J. M. Valverde, música de José María Arrizabalaga. Intérpretes: Jaume Bernet, Jordi Boch Rut Descals, Pep Guinyol, Lluís Homar, Blai Llopis, Mónica López, Alfred Luchetti, Carlos Lucena, Joan Matamalas, Santi Ricart, Enric Serra, Carlota Soldevilla. Coreografía de Montse Lloret, vestuario de César Olivar; escenografía y dirección de Fabiá Puigserver. Teatro de la Comedia, Madrid, 16 de septiembre.

Clara y directa está en esta versión del Teatre Lliure. El francés nítido que Beaumar chais acuñó en muchas correcciones está vertido por José María Valverde y bien dicho por los comediantes de esta compañía: que, por primera vez, trabaja en castellano porque encuentran que el castellano es un "vehículo común" para acercarse a todo el público del Estado. Fue estrenada en catalán en 1989, con la escenografía y dirección de Fabiá Puigserver: un gran hombre de teatro, tuvo una sensibilidad extraordinaria para lo plástico, pero también para lo directamente textual y para los actores. Esta representación es un homenaje a él: merece todos.

Es admirable la forma en que Puigserver y Valverde y esta ilustre compañía hacen claro y sencillo este texto, en el que se mezcla el desenfado del vodevil y de la farsa italiana con una profundidad melancólica, donde el sueño revolucionario es sólo intimista -faltaban cinco años para la Revolución; y él ya estaba desengañado de ella-, pero donde la burla del grande y del poder, además de sus servidores, salta en cada paso, se confirma con cada una de las puertas o ventanas que se abren y se cierran, o en las cartas que caen por azar al suelo; todo lo superfluo que es preciso para dar vida a la crítica social en tiempos de absolutismo.

Probablemente es una de las mejores representaciones del Lliure. Lluís Homar, Anna Lizarán, Carlota Soldevilla, son conocidos de todos; pero también son estupendos los jovencísimos, como Mónica López o Rut Descals, o Santi Ricart. Puede citarse a todos con elogio: puede premiarse la forma en que esta compañía ha sabido mantener una continuidad -18 años- y un estilo. Y ese sello está en la belleza del decorado del propio Fabiá, sin exageraciones, y en la del vestuario de César Olivar.

Se ganó Madrid en esta representación, y continuará en las que vengan. Mereció las ovaciones del público puesto en pie.

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