Diversidad de estilos en la segunda jornada de la Bienal flamenca de Sevilla

La inauguración de la exposición Siete eslabones y una promesa y los espectáculos 25 años caminando juntos y Lo que es Jerez, compusieron la agenda oficial del segundo día de la Bienal la noche del viernes. La reina doña Sofía, rompiendo el protocolo quiso estar presente en todas las citas, siendo la primera vez que un miembro de la familia real visitaba oficialmente la Bienal de Arte Flamenco de Sevilla.En esta ocasión, la Reina de España transcendió los límites el programa oficial, trasladándose al hotel Triana, pasadas las doce de la noche, para conocer de cerca la oferta artística de los representantes de Jerez, dirigidos por el guitarrista Moraíto.

Lo que es Jerez, así se titulaba el espectáculo, habría sido mejor calificarlo como lo que queda de Jerez, pues es bien conocida la escasez actual de esta fuente tradicional del flamenco como consecuencia de las transformaciones sociales de las últimas décadas. Moraíto chico, el coordinador de la función, se limitó a establecer un orden de intervenciones del que, sin que se sepa por qué, desapareció el nombre de Diego Carrasco.

Del resto de los intérpretes del cartel destacó la guitarra de Parrilla de Jerez y la voz de una joven cantaora, Tomasa la Macanita, impregnada del ángel de su tierra; en el cante de Enrique Soto, El Torta y El Capullo, brilló más lo racial e innato que el arte elaborado

Tópico flamenco

Elaboración artística que rozó en la edulcoración del espectáculo anterior, titulado 25 años caminando juntos, en el teatro Lope de Vega. Un montaje con ambiciones que no se correspondió ni con las expectativas levantadas ni con el espacio escénico utilizado. Las interpretaciones fueron correctas en general, pero falló el concepto y el desarrollo.Las diferentes escenas se fueron sucediendo sin un claro objetivo, argumental. Los responsables del espectáculo tratan sin éxito de plasmar una historia del flamenco y su relación con otros géneros, incluida la revista musical. La obra se recuperó en la cana, por soleá y por alegría, cuando los intérpretes se sumergieron en la atmósfera intrínseca de los palos flamencos; los tres cantaores cumplieron con su labor, y el único guitarrista y director musical, Ricardo Miño, realizó un esfuerzo compartido normalmente por tres tocaores.