París redescubre a Caillebote ,el mecenas artista del Impresionismo
¿Haber nacido rico impide ser un gran artista? Eso es lo que debiera deducirse del destino de Gustave Caillebote (1848-1894), un pintor impresionista que ha pasado a la historia más por ser un gran coleccionista que por las telas que él realizó. Ahora, en el Gran Palais de París, en una exposición de 99 de sus obras y 28 dibujos, se pretende hacerle justicia y devolverle su merecida condición de pintor de primera línea. La muestra, que se abre al público el próximo 16 de septiembre, permanecerá hasta el 9 de enero.Lo cierto es que Caillebote era un aceptable artista "de domingo" hasta que se topó con Claude Monet. Los dos compartían la pasión por el mar y los barcos, pero Caillebote, además, era ingeniero especializado en la construcción naval y poseía varios yates. El le descubrió los secretos de la navegación a su nuevo amigo, y éste, a cambio, le embarcó en la aventura de pintar al aire libre. Y así fue como, a los 26 años, se transformó en impresionista o, tal y como les llamaban en la época, en un "intransigente".
Medio millar de piezas
En total, en sus relativamente cortos años de vida activa domo pintor, Gustave Caillebote tuvo tiempo de crear casi 500 telas, a partir de las cuales se ha hecho la selección de la retrospectiva del Gran Palais de París, que ha sido ordenada a partir de criterios temáticos -retratos, marinas, interiores, etcétera-, y no cronológicamente.Las telas reunidas en París proceden de varios países y buena parte de ellas del otro lado del Atlántico. La más célebre de todas, sus "raboteurs de parquet" está en el Museo de Orsay casi por casualidad. Cuando Caillebote murió, dejó al Estado francés una donación de una sesentena de obras de sus colegas impresionistas: Renoir, Degas, Cézanne, Manet, Monet, Pissarro, Sisley, Millet y Gavarni eran los artistas de los que él quiso ser mecenas. Pero el Estado francés rechazó el legado por considerarlo de poco valor y sólo dos años más tarde, a pesar de la oposición de Leonce Benedite, conservador del Museo de Arte Moderno en 1896, 40 de los cuadros pasaron a formar parte del patrimonio nacional.
Es así, gratis y casi a la fuerza, como obras del calibre de Le moulin de la galette, de Renoir; La gare Saint Lazare, de Monet, o L'Estaque, de Cézanne, entraron en los museos. Caillebote, siempre dandy, no incluyó ninguna de sus obras en el legado por considerar que carecían de valor. Fue gracias a su hermano Martial y a Renoir por lo que el olvido no fue total.
Es hoy en día, cuando se cumplen cien años de su muerte, cuando Gustave Caillebote recupera la consideración que mereció entre sus amigos artistas contemporáneos y se comprenden mejor las razones por las qué pintores como Edward Hooper le han reivindicado como un agudo observador de la vida cotidiana.
Babelia
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