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François Mitterrand: "Si el dolor me resultase insoportable, dimitiría"

El presidente francés, François Mitterrand, en una entrevista televisada, hizo ayer una apabullante demostración de vitalidad política y, sobre todo, demostró una sorprendente capacidad para hablar de sí mismo, de un pasado poco glorioso y de una muerte próxima, con desapego y entereza. El presidente, de 77 años y enfermo de cáncer, aseguró que la enfermedad sólo podría hacerle dimitir si, mermase sus facultades o "si el dolor resultase tan insoportable que me obligase a encerrarme en mí mismo. Soy lo bastante mayorcito para darme cuenta si eso sucede. Además, a mi lado están los médicos".

Mitterrand explicó que el cáncer "no ha podido ser reducido" y que "por pudor, por el respeto que me merecen otros miles de enfermos de cáncer que sufren infinitamente más que yo, prefiero no referirme al dolor que yo pueda sentir". Y advirtió, entre divertido y provocador, "me hallo en disposición de combate y la lucha contra la enfermedad puede prolongarse", aunque reconoció que "después de la segunda operación", en julio pasado, se sintió momentáneamente "fuera de juego".Durante una hora y cuarenta minutos el presidente francés, respondió, a las preguntas de Jean-Pierre Elkabach, director de la televisión pública. La entrevista, transmitida en directo, se celebró en el Palacio del Elíseo y a solicitud de Mitterrand, que quiso así ordenar las discusiones suscitadas sobre su estado de salud y sobre su pasado político durante el gobierno del mariscal Pétain.

Con estoicismo y sentido del humor, instalado en la biblioteca del palacio, Mitterrand prometió "partes médicos mensuales. repletos de esos términos técnicos que tanto parecen gustar a algunos periodistas especializados". Dijo que su orgullo se sintió "reconfortado" al ver que "la Bolsa oscila según sean los rumores de mi estado de salud"; definió el cáncer como "un mal compañero", y cuando las preguntas de Elkabach sobre su hipotético sufrimiento se hicieron demasiado reiterativas le cortó con un tajante: "¡Eso a usted no le concierne!".,

Respecto a las elecciones presidenciales de mayo -el presidente confía "en poder llegar" al término de su mandato-, no quiso pronunciarse aún, aunque considera que es libre de manifestar "su preferencia por un candidato" y que espera que "los socialistas sepan buscar sucesores que sintonicen con su época".

La presidencia francesa de la Unión Europea (UE), que empezará en enero de 1995, es otro de los problemas a resolver para el veterano dirigente: "La Unión Europea sólo puede ampliarse si antes sus 12 miembros refuerzan sus vínculos. Si no es así, la UE se transformaría en un mero gran mercado". Respecto a la creación de un núcleo duro en el seno de la comunidad aireada por los democristianos alemanes, el presidente francés dijo: "Portugal o Irlanda tienen tantos derechos como Alemania o Francia. Es cierto que el Reino Unido ha frenado mucho la consolidación de la UE y que por eso hay que ser cautos ante la solicitud de nuevas adhesiones".

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Repitió su idea de que "los países ex comunistas corren el riesgo de ser devorados por el capital extranjero" si se precipitan en su adhesión a la UE y describió de manera sucinta los que cree deben ser ideales del socialismo futuro: "La lucha contra la desigualdad y contra las injusticias, contra el racismo o cualquier forma de fascismo".

El libro de Pierre Péan sobre el pasado derechista del joven Mitterrand ocupó buena parte de la emisión: "No quisiera que lo explicado por Péan hiciera dudar de sus opciones a muchos socialistas. Yo soy un hombre fruto de su tiempo, hijo de una familia pequeño burguesa, de derechas, intelectualmente curiosa. Un hombre se construye a sí mismo a través de sus actos, pero también a través de la reflexión. La mayoría empieza en la izquierda y acaba en la derecha. Yo he seguido un camino inverso. Puede que haya sido lento en mi evolución, pero hay personas que no evolucionan nunca".

Respecto a Vichy, Pétain o su participación en manifestaciones de tinte xenófobo -en 1935-, el presidente expuso sus razones y estuvo convincente. No disculpó sus errores, pero les dio la dimensión que corresponde en una biografía como la suya. Recordó que "lo criminal en Vichy fue la primera legislación antisemita, aunque el primer acto condenable del nuevo régimen fue haber suprimido la República". Para Mitterrand, Pétain "era un anciano de 84 años" rodeado de gente de "extrema derecha que se infiltró por todas las rendijas del Estado". Se negó a equiparar a todos los funcionarios de Vichy con el colaboracionismo: "Entre ellos había auténticos patriotas que acabaron ayudando a la Resistencia".

El presidente recordó que, a los 26 años, se iniciaron sus diferencias con De Gaulle: "La primera vez que nos vimos tuvimos nuestro primer encontronazo. Era en Argel. Luego él actuó de manera noble conmigo y su delegado en Francia me propuso para un cargo de gran responsabilidad".

Lo más impresionante de la larga entrevista no fueron, pues, las revelaciones, sino el hecho mismo de abordar ante los espectadores temas normalmente tabú y hacerlo con naturalidad y sin despertar conmiseración. El presidente aseguró estar en paz consigo mismo y admitió "no haber resuelto el problema de la trascendencia". Preguntado por su sentimiento ante una hipotética vida en el más allá, François Mitterrand no pudo evitar un gesto de cansancio: "¿La eternidad? Es larga".

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