Incendios provocados
Hace seis años que conozco la sierra de Yeste, y a lo largo de este tiempo la he visitado con mi familia en numerosas ocasiones. He recorrido sus aldeas y puedo decir que es un lugar apacible, con un paisaje hermoso y cuyas gentes son amables y generosas con sus visitantes. Incluso, re-Pasa a la página siguiente Viene de la página anterior
cientemente he adquirido una pequeña vivienda con la intención de restaurarla y convertirla en nuestra segunda residencia, pese a la distancia que nos separa de nuestro lugar de origen.
Cuando este verano comenzó la oleada de incendios, me temí lo peor, y lo peor sucedió. Unos días después pude contemplar con mis propios ojos la magnitud del desastre y escuchar por boca de mis vecinos sus relatos de cómo el incendio había sido provocado, por lo menos en su frente sur, por una avioneta que fue bombardeando literalmente la sierra.
Personalmente estoy convencido de que los hechos fueron así, y por ello me pregunto: ¿quién tiene el suficiente poder y medios para impunemente provocar estos incendios? ¿Por qué las distintas administraciones públicas se empeñan en achacarlos a cuestiones meteorológicas o estacionales y no investigan y persiguen con más ahínco otros posibles motivos?
Está claro que la oleada de incendios que hemos padecido este verano ha sido en su inmensa mayoría, básicamente, porrazones económicas.
A pesar de las predicciones que indicaban un estío seco y prolongado, con temperaturas altísimas, no se ha planificado ni prevenido, sobre todo en zonas como la cuenca del Segura, cuyas tierras más arboladas, tanto la sierra de Moratalla (Murcia) como la sierra de Yeste (Albacete), han quedado arrasadas, gravando en los años venideros la sequía que, como es sabido, estamos padeciendo.
Más preocupante que el daño ecológico es, quizá, el daño moral que han recibido los habitantes de esta sierra -mayoritariamente compuesta por personas de avanzada edad que viven solas porque sus hijos tuvieron que emigrar- y que, obviamente, muchos de ellos no podrán volver a contemplar lo que hasta hace poco constituía su único y más preciado patrimonio, sin duda, su tierra.
Es hora ya de que los responsables de la lucha contra el fuego se tomen en serio su trabajo y lo planifiquen con el rigor que es preciso, así como que se persigan con más interés estos hechos, que huelen demasiado a negocio fácil.
Por último, quisiera decir a todas aquellas personas que, como a mí, nos gusta y hemos disfrutado de la sierra de Yeste que, aun con incendio, no dejemos de visitarla ahora, ya que con nuestra presencia contribuiremos a la reconstrucción forestal de la tierra y moral de sus habitantes.-
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