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Los 'balseros' se lanzan al mar tras el paso del temporal

Roberto Lima ya no quiere salir a pescar. Desde que pasó el temporal y el lunes empezó la buena mar, el patrón del Columna 1 sufre cada vez que un turista le contrata para dar un paseo por las costas de La Habana. Es un pescador de instinto y sabe que agosto y septiembre son buenos meses para el pez espada, pero prefiere perderse la corrida del costero a tener que ver lo que ocurre hoy en las costas de Cuba. A dos millas de la costa, las olas zarandean una balsa cargada de hombres y mujeres que no saben lo que es el mar. Grupos de balseros volvieron ayer a lanzarse al mar tras el paso del temporal.

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Nada más zarpar de Jaimanitas unos balseros hacen señas con un espejo para que el Columna 1 se acerque. Son ocho jóvenes con gorras y camisas de manga larga que van casi dentro del agua y es imposible que lleguen a ninguna parte. "Sacarnos cinco millas pa fuera", grita uno de ellos, mientras el resto discute entre sí. Subirlos al barco sería una locura, dice Roberto. "Capaz que nos maten o como mínimo nos secuestren y nos lleven a Miami".Tampoco la solución es remolcarlos, pues debido al mal estado de su balsa, lo más probable es que se hunda pronto, y a cinco millas de la costa es difícil que nadie los pueda ayudar. Son las siete de la tarde en La Habana y ya el sol empieza a caer sobre la hilera de corrientes, el límite donde el mar cambia de color y se pone oscuro. Los ocho balseros acaban de salir y aunque todavía están muy lejos de ese punto, ya están nerviosos. "Cuando pasen las horas y caiga la noche, y el frío y la angustia los coja, se empiezan volver locos y hasta a matarse entre ellos", dice Roberto, quien sabe lo suficiente de mar como para cerrar los ojos ante el drama.

La fiebre de las balsas comenzó hace 15 días y amainó un poco el pasado fin de semana debido al temporal que azotó el estrecho de Florida. Sin embargo, ayer se desató de nuevo la vorágine desde la playa de Guanabo hasta Baracoa y Mariel.

Roberto Lima va costeando e instintivamente reduce motores al ver saltar una aguja de abanico frente al Círculo Social Cristino Naranjo, que pertenece al Ministerio del Interior. Un grupo de jóvenes hace señas con las manos desde las rocas para que los recoja. "Esto es una vergüenza. La gente está loca. Se van en lo que sea-, exclama Roberto, quien ya tiene ganas de volver a la Marina Hemingway. El ayudante de Lima, un trigueño fuerte llamado Triana, dice que el Columna 1 nunca ha sido secuestrado, pero que por si acaso desde hace dos semanas está absolutamente prohibido que ningún cubano salga al mar en ningún yate de turismo. "Es que por mucha confianza que tengas en alguien, hoy ya no sabes qué piensa nadie ni qué va a hacer", comenta.

Poco más allá, a la altura de La Puntilla un grupo de cuatro personas que acaba de llegar a la costa con una fragilísima balsa en un camión se ha echado al mar y avanza contra corriente hacia Guantánamo o hacia la nada. La balsa está fabricada con bidones y tablas, desde el mar uno se da cuenta de la locura que, están haciendo. Roberto piensa que se hundirá con la primera marejada, a diferencia del bote de motor que acaba de salir desde el río Almendares con 13 personas, entre ellas seis mujeres, y que ahora cantan como si aquello fuese una fiesta. Al ver las cámaras de fotos se alegran, y uno de ellos grita: "Cuando lleguemos a Miami ya vamos a. ser famosos".

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El malecón de Centro-Habana es desde el Columna 1 una gran fachada desde la que se asoman al golfo las miserias y las necesidades de, toda aquella gente que despide al Kontiki en estos momentos con gritos de ánimo y aplausos. Cuatro millas hacia el Este se encuentra Cejimar, desde donde el lunes más de 40 balsas salieron hacia el Norte, donde a 20 millas les aguardan los guardacostas norteamericanos. Carlos está sentado en un muro de la Calle Real y está desesperado. Su madre vive en Estados Unidos desde hace cuatro años, pero como todavía no tiene la ciudadanía americana, las autoridades norteamericanas no han permitido aún que su hijo se reúna con ella. Carlos se tiró al mar la semana pasada en un catamarán, pero naufragó y tuvo suerte de salvar la vida. "Mi madre sabía que lo iba a hacer, y debe estar desesperada, pues no aparezco en las listas de Guantánamo y ella no sabe que tuve que volver". Como es casi imposible para un cubano comunicarse con Estados Unidos, Carlos acepta el teléfono móvil que le da un extranjero y llama a Miami. Su madre ha estado muy mal porque pensaba que él había muerto, le dice un familiar.

"Tranquilos, que estoy bien", les calma. Tranquilos, que yo. para Guantánamo no voy. Lo que tenéis que hacer es aprovechar la negociación de estos días y reclamarme".

La noche empieza a caer en La Habana mientras el Columna 1 vuelve a puerto y sobre la hilera de corrientes se ven varios puntos negros en el mar. Para ellos, los balseros, la travesía y la locura sólo acaba de empezar.

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