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Tribuna
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Se abre el repertorio

En términos generales, parece claro que en los últimos tiempos se han ampliado notablemente los límites del repertorio que programan los festivales musicales de Europa. Obras contemporáneas como Moisés y Aaron de Arnold Schoenberg, Wozzeck, de Alban Berg o la Cuarta sinfonía de Witold Penderecki, pueden ser ahora acogidas con entusiasmo por el público convencional que acude a conciertos en Florencia, Londres o Santander.Quizá uno de los grandes servicios prestados por las un día denominadas vanguardias fue, precisamente, el de ensanchar el campo de aceptación de las grandes audiencias que hoy en día ven como plausible lo que hace tan sólo unos años les resultaba totalmente ininteligible.

Otro tanto sucede con la recuperación progresiva de la música pretérita, a lo que una serie de personalidades y grupos de extraordinaria calidad han contribuido con su valiosa labor investigadora y difusora. Las distintas escuelas polifónicas, el canto primitivo de la Iglesia, los testimonios antiguos de culturas extraeuropeas, habitan cómodamente en los festivales no especializados y hasta pueden convertirse en llamativos éxitos de venta.

Todo ello sucede sin que el gran fondo clásico, romántico y moderno pierda vigencia y aún se investigue para retomar títulos y autores muy infrecuentes hasta la fecha. El mismo pasado histórico español, en la ópera o en la música barroca, despierta al fin de su largo sueño y hasta empieza a ser relativamente fácil encontrarnos, en su deseable naturaleza sonora, con las raíces de nuestra música y en parte de la europea: Códice de las huelgas, Llibre Vermell o Codex Calistinus.

Esta apertura de horizontes es la que facilita los estrenos de las obras escritas en nuestro tiempo, aunque luego siempre habrá, como decía Luciano Berio, "obras y autores". Lo cierto es que, vista la experiencia de este verano que languidece, los festivales han derribado ya muchas murallas de prejuicios e incomprensiones.

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