El cometazo afectó sólo levemente a Júpiter
Según los primeros datos, los fragmentos penetraron poco en la superficie gaseosa
¿Cometa o asteroide? El choque de Shoemaker-Levy contra Júpiter hace ya más de un mes no ha despejado esta incógnita mientras los astrofísicos empiezan a sacar conclusiones de otros aspectos de la espectacular colisión. La Unión Mundial de Astronomía ha dedicado dos sesiones durante su reunión trianual, celebrada en La Haya, a los primeros análisis del cometazo mientras los astrónomos siguen observando el planeta para ver la evolución de los impactos que se produjeron entre el 16 y el 22 de julio y penetraron poco en la atmósfera gaseosa del planeta.
Mientras tanto, empiezan a llegar las primeras imágenes de la colisión obtenidas por la sonda Galileo, que pudo observar directamente los impactos por encontrarse detrás del planeta.Los astrónomos han confirmado en La Haya que no se ha detectado indicio alguno de vapor de agua en el material eyectado por los impactos, informa AFP. Sí se han detectado compuestos de azufre, lo que indica que los fragmentos alcanzaron la capa de hidrosulfato de amoníaco entre los 35 y 50 kilómetros de profundidad de la atmósfera de Júpiter. Pero tanto el cometa, si lo era, como la atmósfera de Júpiter a mayor profundidad, deberían contener hielo. Por lo pronto, esto supone que los fragmentos no han penetrado a gran profundidad en la atmósfera joviana, pero también arroja dudas sobre la naturaleza del cuerpo celeste que ha protagonizado el único choque de este tipo que se ha podido observar desde la Tierra, ya que el asteroide es de estructura rocosa, mientras que el cometa contiene hielo.
Pero se han detectado gran número de compuestos químicos y sustancias como helio, procedente al parecer de la atmósfera rica en hidrógeno, y su análisis más detallado permitirá empezar a saber algo más sobre la casi desconocida estructura del mayor planeta del sistema solar.
Todo ello no sirve para explicar todavía la gran riqueza de colores que presenta Júpiter, un planeta gaseoso al que se supone un núcleo muy pequeño rocoso envuelto por hidrógeno metálico.
Todos los fragmentos del cometa penetraron en la atmósfera joviana bajo el mismo ángulo -45 grados- en dirección norte sur, a unos 45 grados de latitud sur, formando una especie de cinturón. Los astrónomos siguen observando el cometazo. En el Instituto de Astrofísica de Canarias ven cómo cada día las perturbaciones causadas por los impactos se diluyen mezclándose unas con otras hasta formar una especie de banda oscura en el hemisferio sur del planeta.
Sin reacciones
Los datos presentados en La Haya indican que las colisiones no perturbaron la órbita de Júpiter ni su movimiento de rotación sobre sí mismo y que no dieron lugar a reacciones nucleares. Tampoco afectar6n a las nubes de polvo que le rodean. Las lunas del planeta no reflejaron los impactos, aunque en una, Io, se observó un cambio de luminosidad debido probablemente a la nube de gas surgida de uno de los impactos.Estas enormes bolas de gas se observaron generalmente sólo en la zona de infrarrojo del espectro electromagnético y alcanzaron una masa igual o superior a las 100 millones de toneladas. Su altura superó los 300 kilómetros. Los fenómenos observados variaron según el fragmento de que se trataba.
Los científicos empiezan ahora a disponer de imágenes del cometazo tomadas por la sonda Galileo, que todavía están en fase de reconstrucción y análisis, según The New York Times. Las imágenes empezaron a llegar con cuentagotas hace una semana, ya que la sonda tiene estropeada su antena principal y transmite los datos a muy poca velocidad por su antena secundaria. Pero se sabe ya que al menos registró uno de los impactos.
Los astrónomos están analizando también el misterioso aumento -entre un 25% y un 50%- en las emisiones de radiofrecuencia procedentes de Júpiter durante el cometazo. Este cambio no había sido predicho por los científicos, ya que las emisiones proceden del cinturón de electrones en órbita del planeta.
Los resultados definitivos no se conocerán hasta 1995, el mismo año en que la Galileo entrará en órbita de Júpiter y contribuirá a desvelar algunos más de los muchos secretos que guarda el planeta gigante.
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