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París celebra por todo lo alto el 50º aniversario de la liberación de los nazis

Esta vez la liberación ha sido en color y de noche. Las viejas fotos en blanco y negro tomadas la mañana del 25 de agosto de 1944, las imágenes documentales mil veces vistas, han revivido en las calles de París, 50 años después, gracias a un espectáculo coreográfico protagonizado por 1.300 actores y concebido por François Confino. "Mi propósito es darle al desfile una dimensión simbólica. Tres grupos constituyen el cortejo: la Resistencia, el Ejército regular y el pueblo de París", explicaba Confino.

Entre los actores, como entre las filas de los soldados de la división del mariscal Leclerc, abundaban los de origen extranjero.Un presupuesto de doce millones de francos (unos 300 millones de pesetas) ha permitido recrear, con la ayuda de un impresionante despliegue de efectos sonoros y lumínicos, y a través de cinco piezas de unos cuatro minutos de duración cada una, el levantamiento de barricadas, el transporte clandestino de pasquines, los actos de sabotaje contra los alemanes y la euforia callejera.

Las frases de André Malraux, las consignas susurradas se han mezclado con el ruido de los motores de los Citroën Stromberg, sumado al de los tanques Sherman, jeeps anfibios y camiones Pacific que acompañaban a los actores hasta la alcaldía. Unas 800 bicicletas recordaban cuál era el mejor sistema de transporte en una ciudad paralizada. Un avioneta lanzaba miles de panfletos con ese mensaje escueto: "¡Resistid! Ya llegamos". El general Massu, compañero del general De Gaulle, describía ante las cámaras el entusiasmo de la población: "Ese día todos los soldados llegamos al centro de París con la mejillas manchadas de rouge".

La dimensión de fiesta popular, con baile y música hasta altas horas de la madrugada, habrá prevalecido sobre la voluntad de reescribir la historia. La batalla por el poder, entre resistentes comunistas del interior y las fuerzas dirigidas por el general De Gaulle, o la necesidad de París de transformarse en emblema de la rebelión contra el nazismo después de cuatro años de sometimiento, apenas han sido evocadas. Como en las fotos trucadas de resistentes bien peinadas y manicura recién hecha, ayer no hubo lugar para el lado oscuro de la Liberación, el de las venganzas personales, las mujeres con el cráneo afeitado y la depuración arbitraria y salvaje.

Sacar partido

Quien sí sigue intentando sacar partido de los actos conmemorativos es el alcalde de París y eterno candidato a la presidencia, Jacques Chirac. No sólo el protocolo le permite figurar continuamente en primer plano, sino que además él despliega una gran energía comunicativa, autodefiniéndose como "discípulo del general De Gaulle" y reivindicando "la dimensión social del gaullismo" ante la política de su correligionario y rival, el primer ministro Édouard Balladur.

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Pero todo ese esfuerzo no ha sido suficiente para dar convicción a sus discursos. Ayer al presidente François Mitterrand le bastó con hablar en primera persona -"Yo recuerdo... "- de lo sucedido en 1944 y con alguna frase brillante -"Otra multitud, pero un mismo pueblo"- para reducir a la nada el largo parlamento del alcalde.

Mientras, el hotel Ritz abría de nuevo su restaurado Bar Hemingway, el mismo que liberó el escritor con una metralleta bajo el brazo para poder invitar a los soldados que acompañaba a una ronda de dry martinis. Durante la ocupación nazi el hotel fue requisado y sirvió de domicilio a Goering o Goebbels en sus, parece que licenciosas, visitas a París. Hemingway ha contribuído a modernizar el mito de París y ahora recibe así un adecuado homenaje de agradecimiento de una ciudad que de nuevo era una fiesta.

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