De Itoiz al cielo
Veinte vecinos del pueblo navarro se niegan a abandonar las tierras que serán el lecho de un nuevo pantano
"La desgracia es que siempre que se construyen pantanos se amenaza la vida de los pueblos. En éste, como en todos los conflictos de embalses, somos personas de carne y hueso las que nos jugamos nuestra propia identidad, el ser alguien en el pueblo en el que has nacido, vivido y enterrado a tus muertos, o perder la rnemoria". Observando el trasiego de máquinas y camiones de las obras del pantano, quien habla es Laura Lizarraga, de 70 años, la vecina de más edad del pueblo navarro de Itoiz, ubicado en el centro de un precioso valle qué, si las instituciones comunitarias europeas no lo impiden, desaparecerá bajo las aguas del embalse, al igual que otras localidades.Laura nació en Casa Jacue, que, junto a Casa Tuarena, son los dos únicos caserones habitados hoy en día de este pequeño pueblo. "Yo ya les he dicho muchas veces que no me voy a ir, que prefiero perder la vida Uno de los vecinos de itoiz aquí a morirme fuera de pena", añade con serenidad la mujer.
Son apenas una veintena de vecinos que incluye en verano a un arquitecto alemán que, tras adquirir una casa en el pueblo, vuelve todos los años a Itoiz junto a su mujer y sus tres hijos. Todos ellos tienen una cosa en común: su profunda fe en que el embalse no se construirá y que el valle se salvará de las aguas. Itoiz, ubicado en la cota de los 523 metros de altitud, está por encima de los límites inferiores de las Zonas de Especial Protección de las Aves (Zepas), cuya existencia en el área potencialmente inundable ha provocado serios recelos en las instituciones comunitarias europeas.
"Cuando era joven, vivíamos unas 30 personas en Itoiz", recuerda Laura. "Yo fui la más chiquita de seis hermanos. Todos vivieron y murieron aquí". Laura cuenta que, en aquel tiempo, los zorros robaban las gallinas de los corrales, que ella iba andando a las fiestas de Aoiz, distante varios kilómetros, que la escuela local se repartía entre los pueblos de Orbaiz, a un kilómetro, y el propio Itoiz.
Patxi Belzunegui, agricultor de 50 años, trabaja unas tierras que pueden transformarse en el lecho de un pantano. Trigo, cebada, algo de caza y un profundo amor por la naturaleza. "Cuando tenía 20 años", señala Patxi, "ya me tentó irme a la industria, porque no te quita tanto tiempo, pero decidí quedarme porque esto es lo mío".
Mateo Gorraiz, de 68 años, que fue alcalde del concejo de Itoiz durante 20 años, antes de que desapareciera la autonomía municipal y el pueblo quedara integrado en el Ayuntamiento del valle de Lónguida, corrobora un hecho curioso y sintomático: "En Orbaiz y en Nagore, pueblos cercanos, los jóvenes se fueron a trabajar a las fábricas. Hoy en día; están deshabitados. Los únicos que nos quedamos en el pueblo fuimos los de Itoiz. Teníamos algunas tierras y cogimos en arriendo las que otros abandonaron para trabajarlas. Así que hemos sido los únicos en subsistir con nuestros propios medios y sin ayudas de nadie".
A pesar de estar rodeados del agua de los ríos Irati y Urrobi, los vecinos de Itoiz disfrutan de agua corriente en sus casas desde hace apenas 24 años. El abastecimiento proviene de un manantial, el del Soto de Aloz, ubicado en un coto que compraron los vecinos. "Antes bajábamos andando al río a por toda el agua que necesitábamos", indican.
Rodeados de perros y gatos, entre bosques y bajo un cielo azul, el puñado de vecinos de Itoiz charla amigablemente. Laura no titubea: "Suelen decir que de Madrid se va al cielo, pues yo les digo a los de Madrid que de Itoiz no iré a otro sitio sino al cielo".
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