¡Qué suerte!

Mi más absoluta adhesión a la queja vertida en la carta enviada a esta sección por doña Marian Pardiñas el 17 de agosto, y titulada Dormir en Benidorm. Suerte ha tenido de haber sufrido únicamente tres noches en dicha ciudad y no el mes completo que padecemos los que la propiedad de un apartamento nos obliga a acudir todos los veranos.En cuanto a su renuncia a adentrarse en los "intrincados laberintos de la responsabilidad del ruido ambiental de Benidorm ni en responsabilidad política alguna", pienso que tal complejidad no existe. Sencillamente, la responsabilidad de la parcela dedicada al ruido ambiental recae sobre el concejal nombrado a tal efecto, que, por ineptitud o connivencia, se muestra incapaz de solucionar un problema que los sufridos veraneantes de Benidorm venimos padeciendo desde mucho antes de su nombramiento, facilitando la diversión de unos cuantos en detrimento del descanso de la mayoría.

Existen ya precedentes en otros municipios, por ejemplo el de Torrevieja, en los que, alejando de las zonas residenciales y acotando los lugares de diversión, se ha preservado tanto el derecho al esparcimiento de unos como el derecho al descanso de otros durante las horas nocturnas.

Aunque, sin recurrir a mayores medidas, si este ayuntamiento empleara la misma diligencia en hacer cumplir la normativa relativa a horarios y decibelios como la que emplea en el establecimiento y cobro de un impuesto de contribución urbana de los más elevados de España, Benidorm dejaría de ser el lugar de marcha salvaje por la que en la actualidad es fundamentalmente conocido.-