"Ninguna cultura sobrevive con mentalidad de fortaleza"
Pregunta. Hace unos años se trasladó a vivir una temporada a la India. ¿Qué le decidió?Respuesta. Había estado vanas veces en Asia, pero en viajes cortos. Calcuta me impresionó por la intensidad de sus gentes, porque en la mayor miseria veías surgir la alegría de vivir, una alegría que venía dada por el mero hecho de sobrevivir un día más. Me trasladé ahí, porque quería escribir sobre ello, ya que la sociedad de Calcuta, de Bengala, es una , especie de prefiguración de lo que sucederá en todo el mundo, la entropía, la irrupción del Tercer o Cuarto Mundo en el Primero. Esto es algo que ya sucede en Europa, y en países como España o Alemania se puede sentir a través de la inmigración creciente. India, contra lo que parece, no es nuestro pasado, sino el futuro que ya llama a nuestras puertas. Y, sin embargo, en Europa se consolida una mentalidad de fortaleza. La Fortaleza Europa, aislada en su bienestar. Es, un error gravísimo, porque ninguna civilización, ninguna cultura sobrevive con mentalidad de fortaleza.
P. ¿Qué problemas le planteó escribir sobre esa realidad?
R. Al principio no podía escribir. No me salían las palabras. Por eso me puse a dibujar, a representar lo que veía. Era mucho mejor que tomar fotografías, porque la gente te aceptaba más y porque comprendías mejor. Luego, las palabras comenzaron a llegar. Había muchas cosas que me impresionaban. Por ejemplo, comprendí la derrota de Gandhi, que no fue vencido, por los problemas ni por la miseria, sino por las clases alta y media, que no estaban en absoluto interesadas en que la sociedad india se abriera a los desposeídos.
P. Sus opiniones han tenido a menudo dimensión política, pero últimamente insiste en que es escritor y pintor. ¿Por qué?
R. A diferencia de un político, un escritor carece de poder. También, a diferencia de los políticos, es consciente de la evolución de las cosas y de la lentitud de los procesos de cambio, Por otro lado, la capacidad de los políticos actuales para escuchar a los escritores es nula. Quizá en tiempos de Willy Brandt, de Bruno Kreisky o de Olof Palme, un escritor podía hacerse oír entre los políticos, pero ahora yo creo que los políticos no se escuchan ni a sí mismos. Por ejemplo, si yo, como escritor, deseo enterarme de la situación española, lo lograré antes leyendo a Juan Goytisolo que escuchando a los políticos. Y no sólo de España: Goytisolo escribió cosas fundamentales sobre lo que sucede en Bosnia y nadie le escuché. Éste es un ejemplo de cómo un autor es capaz de definir los problemas mejor que los políticos. Yo creo que éstos no suelen tener el coraje de salirse de sus esquemas, de su clase política. No hay relación entre el lenguaje del escritor y el del Político.
P. ¿Cree que Alemania tiene pendiente explorar su pasado de país dividido?
R. Desde luego, pero no creo que esa sea una tarea pendiente sólo en Alemania. Europa es un continente sumamente podrido. Aún cargamos con los tiempos coloniales, con la herencia del fascismo. La experencia de esos tiempos es parte del presente y sólo tenemos que mirar hacia Ruanda o Yugoslavia para comprobarlo. Recuerdo que en 1975 vine a Madrid, invitado por Wully Brandt, cuando se celebró el primer congreso de los socialistas en España. Hubo grandes discursos, pero nadie dijo una palabra del pasado. Le pregunté a Felipe González si ese olvido no era peligroso, y me dijo que, si se empezaba a escarbar en el pasado, estallaría todo. Tal vez fuese una respuesta plausible en aquel momento, pero no es la respuesta definitiva. En España aún no ha empezado la discusión sobre el pasado. Hablamos de Alemania, pero es toda Europa la que debe desenterrar sus tabúes. Cada país. Debemos ver la viga en el propio ojo.
P. ¿Con qué se siente más comprometido, con la realidad o con la literatura?
R. Cuando me defino como alemán, me defino a través de la lengua alemana y de mi vocación literaria. La lengua está antes que la política. Pero el entorno en el que vivo y acerca del cual escribo se define socialmente y es obvio que la política tiene su dimensión ahí. Yo no me defino sólo como artista, a la manera decimonónica, sino también como ciudadano. La literatura, para mí, es como un contrapunto de la política.
P. ¿Hace diferencias entre su prosa y sus poemas?.
R. Pienso que todo tiene un origen lírico. La lírica es la célula germinal de la literatura. De joven, mucho antes de tener un proyecto de novela, hice aproximaciones líricas que me mostraron el camino hacia la novela. Lo mismo cabe decir de mis influencias literarias. Por ejemplo, Cervantes es un narrador extraordinario, pero mi primera fascinación con las letras españolas fue con García Lorca. Y eso a pesar de que lo conocí a través de pésimas traducciones.
P. ¿Lo que hacen Salman Rushdie o Taslima Nasrin es literatura o política?
R. Las tres novelas que he leído de Salman Ruslidie son, ciertamente obras literarias magníficas. En Los hijos de la noche, hacía un retrato de la India bajo Indira Gandhi, y el libro llegó a estar prohibido Vergüenza trataba de las condiciones de vida en Pakistán y también suscitó polémicas. Los versos satánicos es un libro que se ocupa de problemas religiosos, pero el escándalo ha sido impulsado por gentes que no lo han leído. Rushdie es un gran narrador y lo peor que le ha sucedido es que ni amigos ni enemigos hablan ya de él como de un narrador. Siento que se le haya reducido a un hecho político. Su condena a muerte es doble, porque ya nunca más lo tomarán en serio como persona literaria. Aunque escriba un libro que no tenga nada que ver con la India, con Pakistán o con el Islam, será siempre el autor castigado con una fatwa Por Jomeini.
P. Usted fue una de las voces más críticas en contra de la reunificación. ¿Ha variado su criterio?
R. Ya dí mi opinión sobre la reunificación alemana, que creo sinceramente que ha fracasado. Cuando ví que comenzaba a repetirme como un papagayo, dejé de hablar del asunto y comencé a escribir una novela y aún estoy ocupado en eso.
P. ¿Qué piensa de¡ cambio de postura de muchos escritores alemanes tras la reunificación?
R. Cuando cayó el telón de acero, en Europa no estábamos preparados para una cosa así. Al principio, algunos creyeron que había triunfado el capitalismo como sistema, pero esa ilusión ya se desvaneció. En Alemania, la confusión es aún mayor, porque el país ha vivido en su seno la mayor transformación como consecuencia del final de la guerra fría. Esto no disculpa nada, pero explica muchas cosas. Escritores como Hans Magnus Enzensberger o Martin Walser, que estaban mucho más a la izquierda que yo, han dado un giro a la derecha tan brusco que me duele el cuello de intentar seguirlos, y no hablaré de otros, como Wolf o Biermann, que es un hombre que vive del aplauso. Un fenómeno típico de los escritores radicales es que, cuando se desmorona la utopía que les sustentaba, quedan completamente descolocados. Y me gusta Enzensberger, y me gusta Walser, pero me duele que gentes que, en los años 60, sólo concebían la literatura como un arma al servicio de la revolución, aparezcan ahora como conservadores amargados.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.