"Yo no haría lo que hago por 'sport"
Lleva un par de esparadrapos en la cara, a causa de una afección en la piel provocada por el sol de Ruanda. Las otras heridas no se ven. María Pilar Díez Espelosín, 62 años, religiosa misionera de la Congregación de Jesús, María y José, fue la voz que contaba a los periodistas, y al mundo, desde el teléfono de su misión de Kibuye, el espanto que la rodeaba. Ahora, en la casa madre de su Congregación, reflexiona sobre aquel mar tirizado país y su propia relación. Se metió a monja hace 43 años; más de la mitad de ese tiempo lo pasó en Ruanda.Pregunta. A estas alturas, a usted le deben de dar miedo muy pocas cosas.
Respuesta. Pues no, precisamente a la violencia física es a lo que más le temo, por haberla vivido tan de cerca.
P. ¿Cómo era Ruanda antes de este horror7
R. Para hacerte una idea, imagínate el paraíso terrenal tal como nos lo describen. Es una preciosidad. La gente es muy amable, muy acogedora, muy trabajadora. Todo lo ocurrido nos ha impresionado, justamente por el contraste tan enorme con lo que hemos vivido durante tantos años.
P. ¿Había un volcán debajo y ustedes no lo sabían?
R. Sí, lo sabíamos, pero no pensábamos que la explosión iba a ser tan fuerte. Desde el mismo momento en que se produjo la matanza del presidente supimos que algo gordo iba a pasar, pero nunca todo lo que hemos vivido y lo que ha seguido ocurriendo allí. Esto ha sido una reacción de miedo ante unas causas que hace ya tiempo que vienen presionando. Porque lo que se ha sabido tarde, y porque lo hemos ido contando los misioneros, es que la guerra empezó en el año 1990, el 1 de octubre. Los hutus habían sufrido durante cuatro siglos una dominación tutsi, y el miedo es lo que les empujó a hacer lo que hicieron.
P. ¿Se está pagando ahora la colonización europea?
R. El caso de Ruanda es muy especial, porque ha sido protectorado de los belgas, no colonia, y creo que los belgas han puesto mucho allí. Porque no hay grandes cosas para que alguien se aproveche. Sólo el clima, pero eso Dios lo da gratuito, no se le quita a nadie. Es un país muy pobre, no tiene subsuelo rico, está superpoblado, la agricultura es de subsistencia, y no llegan. Piensa que, en un territorio de 26.300 kilómetros cuadrados, viven, vivíamos, casi ocho millones de habitantes.
(La voz se le quiebra al rectificar el tiempo del verbo. Espelosín no quiere hablar, por prudencia, de las atrocidades que ella y las otras monjas presenciaron durante el sitio a que fueron sometidas, los asesinatos perpetrados contra la gente que había buscado refugio en la misión. Pero a magnetofón cerrado recuerda aquellos días en que todos esperaban la muerte y muchos la encontraron, los apuros de ella y sus tres compañeras para llevarles algo de comida a la pobre gente que se había refugiado en tomo al hospital. "Solo salíamos cuando los atacantes se quedaban dormidos, haciendo la digestión, después de un atracón. Entonces nosotras, con los alimentos escondidos debajo de la ropa, que parecíamos gordísimas, repartíamos lo que podíamos". Luego, con voz más queda, añade: "Pensar que eso sólo sirvió para prolongarles la agonía, para hacerles más fuertes y que sufrieran más cuando los mataron...").
P. La palabra genocidio, ¿puede aplicarse a los dos bandos?
R. Sí. Lo que pasa es que aquí mostráis casi siempre... Yo creo que todos los medios están un poco manipulados por una parte, porque, si os dais cuenta, siempre se habla de genocidio cuando matan a los tutsis, pero hay que tener en cuenta que, aunque todo es muy penoso, fueron los otros los que empezaron en el 90, y que eso apenas ha salido al exterior. Cuando murieron los dos presidentes ya teníamos un millón de desplazados en el interior del país.
P. ¿Cuál cree que va a ser el futuro?
R. Es tan imposible predecir. Estamos deseando que se termine y que pase lo último, para poder empezar de cero y reconstruir lo que podamos. Porque ahí lo más importante de rehacer es la confianza entre ellos. El gran reto de la Iglesia en Ruanda es tratar de influir en eso. Hemos visto cosas muy bonitas cuando la situación no estaba tan grave. Por ejemplo, en nuestra región, en enero de 1993, hubo muchas matanzas. Entonces, nuestro párroco, que es francés, en cuanto se enteré se marchó con el alta voz portátil y empezó a llamarles a la calma, casa por casa. Pues logro que cesaran y aún hizo un acto de reconciliación pocos días después, en la forma ruandesa.
P. ¿Cómo es eso?
R. Pues que cuando unas personas quieren reconciliarse, lo primero que hacen es donar cerveza de la que hacen ellos. Se invitan, el que ha ofendido al otro o viceversa. El cura les habló de la reconciliación, y en ese momento, en esa región, se estableció la paz, y los que quemaron las casas fueron a arreglarlas. Ahora las cosas han ido demasiado lejos. Para empezar, es que ya no hay iglesia, queda muy poco.
P. ¿Qué va a pasar con África?
R. Ay, no sé. Es que es la pobre abandonada. De todo lo que pasa en África tienen la culpa los países del norte. Eso está en la mente de todo el mundo. Lo que hay que hacer es no vender armas; en vez de sembrar el odio y la discordia, todo lo contrario. Ser justos. Hacer unos repartos equitativos de las riquezas del mundo, que no porque a ti y a mí nos ha tocado vivir aquí tenemos derecho a todo lo que tenemos, habiendo esa gente del Tercer Mundo que no tienen. Y sin embargo, ¿de dónde se traen todas las materias primas? Del Tercer Mundo. Luego se les vuelven a vender manufacturadas, se les hace pagar más. Se les dan cuatro perras... Hay que dignificar a las personas del Tercer Mundo con su propio trabajo, no dándoles luego una limosna, y haciéndolos dependientes siempre.
P. Ha estado usted 22 años en África. ¿Se hizo religiosa para ser misionera?
R. Sí. Por eso elegí esta Congregación, que se dedica a las labores humanitarias. Pero también estuve muy realizada y muy contenta los 21 años anteriores que pasé en España haciendo otras cosas, y me consideraba también misionera. Este barrio de Madrid, Comillas, en donde est a la casa madre, era puro suburbio. Todo esto eran chabolas. Nuestra labor la hemos desarrollado casi siempre en barrios marginales.
P. Pero usted se pidió África.
R. Yo, siempre que salía alguna misión que pedía voluntarias, me apuntaba. Bueno, a todas no, sólo para África y América Latina, porque a Estados Unidos no quería ir, parece que hablar de misión allí es un poco raro, aunque nuestras hermanas están haciendo una gran labor, porque están en Texas y trabajan con los espaldas mojadas.
P. Las cosas que ustedes hacen, ¿las harían igual si no tuvieran fe?
R. Yo, desde luego, estar curando enfermos, llena de miseria y cogiendo piojos y todo eso, así por sport, no lo haría nunca.
P. No creo que los voluntarios laicos lo hagan por deporte.
R. Ellos lo hacen por lo que lo hagan, pero a mí, yo creo que lo que me ha llevado a esa vocación es ver esa miseria, pero dentro del contexto de la Iglesia, de una ayuda espiritual y material para esa gente. Yo vine a esta casa porque iba a entrar una amiga mía, y fui a visitar los suburbios y me encontré con una realidad que desconocía, y ahí me parece que fue mi llamada. Claro que, en el aspecto humano, he conocido a gente que no es religiosa pero que está muy motivada y que de humanismo también está muy bien y que nos da un ejemplo enorme.
P. Después de los horrores que ha visto, ¿no ha pensado que Dios no existe?
R. No, eso nunca. Mira, yo hay cosas que he tenido que rechazar como malos pensamientos, porque no quería caer en esas dudas. Por ejemplo, para mí era durísimo que se me muriera de hambre un niño en las manos, y pensar que ahí está nuestro Padre, que lo puede todo. Y pensaba que yo no veo más lejos de la punta de mi nariz, y eso que como soy de Navarra la tengo bien hermosa, pero pensaba yo ¿me voy a poner a discutir sabiendo que Dios es un padre misericordioso? Dios se vale... Yo estoy segura de que de lo s males Dios saca cosas buenas.
P. ¿Volverá?
R. Tengo que tener mucho cuidado con la piel. Pero sí, volveré. Entre tanto, desde aquí trabajo para Ruanda. Quienes salimos de allí hemos formado el Grupo de Solidaridad y Ayuda Humanitaria para Ruanda, porque hay mucho que hacer.
(Los lectores que deseen ayudar a esta misión pueden ingresar su aportación en la cuenta de Cáritas abierta en todos los bancos y cajas de ahorros, especificando "Para Ayuda a Ruanda").
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