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Tribuna
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El zamacuco

Todo taurino de cualquier laya,que esté en la Feria de Valencia habla del zamacuco. Cruza uno Peris y Valero, sube en el ascensor del hotel, va a tomar una líquida, y si se encuentra con un taurino (que se lo encuentra: inexorablemente), va el hombre y le pregunta: "¿Hay derecho a que los veterinarios sacaran aquel zamacuco?".El tal zamacuco fue un pobre toro de Viento Verde que no se había metido con nadie y salió para Pedrito de Portugal el pasado sábado, sustituto de un toro de la ganadería titular que los veterinarios ha bían rechazado por falta de trapío y exceso de miseria en sus tundidos pitones. Posiblemente la historia del zamacuco provenga del apoderado, que inició la queja: "Quita ron un toro con hechuras de embestir y sacaron, ¡ay! aquel zamacuco, cuyo aspecto hacía prever que no embestiría".

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Derechazos hasta la extenuación

El zamacuco ya ha quedado entre taurinos como prueba irrefutable para descalificar a los veterinarios. Por menos fueron algunos a galeras. Los veterinarios son reos, de sacar al zamacuco. El razonamiento es propio del taurinismo: pues rechazaron cierto toro que complacía a los apoderados y salió otro que les desagradaba profundamente, son unos ignorantes, desconocen la ganadería brava, sólo saben de perros, gatos y canarios flauta.

Y, sin embargo, las realidades son otras. Los veterinarios no hicieron un escote para comprar el zamacuco y soltarlo en la Feria de Valencia a mala idea. El zamacuco lo crió un ganadero -Ángel Peralta- que lo vendió a la empresa del coso valenciano, sin advertirla de que ese toro no valía un. duro, si bien se mira; los empresarios lo compraron sin importarles que tuviera pinta de no embestir; rechazado el toro titular, presentaron a reconocimiento la joya adquirida, y los veterinarios, ateniéndose a las prescripciones reglamentarias -edad,. peso, trapío- lo aprobaron, porque su cometido forense no incluye prejuzgar la bravura y la nobleza de los toros. O sea' que si a la luz del zamacuco los veterinarios no saben, los empresarios y el ganadero tampoco son Domingo Ortega.

El zamacuco, una vez en plaza, ni resultó bravo, ni se comió a nadie. Antes bien, se lo comieron a él, estofado y salpimentado, unos cuantos valencianos de buen diente, el día después de que Pedrito de Portugal le diera muerte tras aleatoria faena.

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