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Hurgar en la herida

Aznar utiliza la querella de Banca Catalana para cautivar a Pujol y resaltar sus contradicciones

Acorralado, quizás, porque no consigue hacer tambalear los pactos entre el PSOE y Convergència i Unió, el presidente del Partido Popular, José María Aznar, se ha lanzado esta semana por la senda de hurgar en la herida que más le duele al presidente de la Generalitat: la actuación de los socialistas y de Felipe González en la querella contra Jordi Pujol por el asunto de Banca Catalana.En el debate de unos hechos acaecidos en 1984 han terciado rápidamente los socialistas catalanes, quienes han recordado que fue la derecha franquista la que dio con los huesos de Pujol en la cárcel en 1959. Mientras tanto, el presidente de la Generalitat guarda silencio. Desde su entorno se expresa un enorme disgusto porque se "instrumentalice una experiencia familiar y personal tan dura".

"Si Pujol ha perdonado a González tras lo de Catalana mucho más rápido se reconciliará conmigo. Ningún pacto es imposible en el futuro entre Convergència y nosotros". Faltan pocos minutos para las 10,30 horas del 18 de marzo de 1994. José María Aznar ocupa una de las denominadas eurosuites de la planta 15 del hotel Juan Carlos I de Barcelona. En pocos minutos el dirigente conservador emprenderá viaje a Valencia donde le espera una nueva jornada de la larga precampaña.

Faltan tres meses para los comicios europeos y las expectativas de ganar al PSOE no habían sido nunca tan claras para el centro derecha. Está con él, discreto, silencioso, su jefe de Prensa, Miguel Ángel Rodríguez. A ojos del presidente del Partido Popular, el líder nacionalista catalán es un político claramente entregado a Felipe González y que bajo el pretexto de la gobernabilidad de España impide la caída de los socialistas. Su salida de la Moncloa.

El Partido Popular o, dicho de otra manera, los medios de comunicación afines a él, han llevado a cabo en los últimos meses una virulenta campaña contra los nacionalistas aprovechando la universalización de la enseñanza en catalán que lleva a cabo la Generalitat. A esta campaña, iniciada el 12 de septiembre de 1993, un día después de la Diada Nacional de Cataluña, con una portada en ABC ilustrada con una foto a toda página de Jordi Pujol en la que se dice: "Igual que Franco, pero al revés: persecución del castellano en Cataluña", Aznar no se siente ajeno. Cómo se va a sentir ajeno si su principal dirigente en Catalufia, Aleix Vidal-Quadras, proclama que el PP puede neutralizar cuando quiera al diario madrileño e incluso manda una carta el 8 de septiembre de 1992 a Javier Arenas en la que le dice: "Creo, querido Javier, que, el presidente y tú deberías hablar de nuevo con el [aquí aparece dibujado un pájaro, interpretado por muchos como una alusión al director del periódico, Luís Maria Ansón] para intentar neutralizar de una vez al ABC. Es absurdo que se trate así a un buen cliente".

Aznar apura un café. Casi no desayuna. Lo ha hecho antes con otros periodistas catalanes que, esta vez en grupo, han acudido a conversar con él. El presidente del PP, que cuando se produjo la querella de la fiscalía por el caso Banca Catalana era un simple diputado por Avila del PP y ocupaba cargos de coordinación general en el área de autonomías e información política, cree estar bien informado de la personalidad de Pujol por dirigentes de su partido de los que, curiosamente, el presidente catalán no tiene en buena opinión: Rodolfo Martín Villa y Rafael Arias Salgado. Ambos habían negociado durante años, cuando la UCD gobernaba, con los nacionalistas catalanes y hoy son los encargados de definir la nueva política autonómica del centro derecha.

Esa fue la última vez que se oyó a Aznar hablar de la querella de Banca Catalana. Hasta el pasado miércoles cuando, casi sin venir a cuento, el presidente del PP desempolvó el caso para ironizar sobre la integración de los nacionalistas en la gobernabilidad de España. "¿Qué han hecho el PSOE y González por conseguir esta integración en los 12 años que han permanencido en el Gobierno, que iniciativas o gestos han realizado, a parte de intentar meter en la cárcel a Jordi Pujol?", reflexionó Aznar al exponer ante la permanente de su partido su incredulidad por la voluntad real de Felipe González para encardinar definitivamente a los nacionalistas en las tareas de Estado.

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El ex editor del Grupo 16 Juan Tomás de Salas venía a suscribir el pasado viernes esa tesis en una entrevista publicada en EL PAÍS cuando recordaba unas lentejas que había comido con el presidente del Gobierno en la bodeguiya. Entre cucharada y cucharada de legumbres, González le habría expuesto las razones por las que "había que encarcelar a Jordi Pujol".

Un cualificado dirigente de Convergència meditaba recientemente, en privado, sobre la colaboración del PSOE y los nacionalistas y el recuerdo de Banca Catalana: "Aznar no debe olvidar que han tenido que pasar 10 años para que haya sido posible una relación entre Pujol y los socialistas".

De Banca Catalana el presidente no quiere hablar. Aunque han pasado más de 10 años, en su memoria están aún muy frescos los hechos y los que le conocen saben que recuerda perfectamente aquella etapa. "Es doloroso el recuerdo", comentaba esta misma semana un estrecho colaborador del presidente catalán. Desde su entorno familiar se apunta que "a Pujol, cuando ve nuevamente el caso Catalana en los periódicos, no le causa alivio ni alegría" y que "Aznar tiene históricamente razón al responsabilizar a González".

Nada de eso hace, sin embargo, tambalear a corto plazo la cooperación entre nacionalistas catalanes y socialistas. Pujol, que se sigue considerando, por trayectoria y biografía política, poco partidario de un entendimiento histórico con el PSOE, ha reconocido públicamente que una cosa es el terreno de las ideas y otra el de la práctica política. Y en ese aspecto, el líder catalán lo tiene claro: "Un día la historia recordará que me tragué mi orgullo, que votamos la investidura de González y que España, esa España con la que todos se llenan la boca, salió adelante gracias a nosotros. A nadie más".

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