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El Museo Romano de Mérida, de Moneo, elegido mejor edificio público de la década

La última arquitectura española entierra el posmodernismo en Comillas

Un jurado de arquitectos eligió ayer el Museo Romano de Mérida, de Rafael Moneo, como "el edificio público emblemático de la arquitectura española de la década 1983/ 1993". El premio lleva el nombre del arquitecto Manuel de la Dehesa, en memoria del subdirector general de Arquitectura fallecido el pasado mes de marzo. Con la entrega del galardón a Moneo y a Josep Martorell por la obra finalista, la Villa Olímpica, de Barcelona, se cerraba en Santander una jornada de arquitectura que contó con la apertura de una exposición en Comillas de 52 proyectos de los últimos tres años.

"El Museo de Mérida es un edificio singular muy enraizado en la romanidad de la ciudad y la Villa Olímpica es una actuación muy importante y ejemplar", declaró ayer José Antonio Corrales, uno de los miembros del jurado, junto con Alejandro de la Sota, Francisco Javier Saenz de Oiza, Francisco Asís Cabrero, Oriol Bohigas, Julio Cano Lasso, Luis Peña Ganchegui, Álvaro Siza y Félix Candela.También participaron Jaime Duró, presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España; Borja Carreras, director general para la Vivienda, del Ministerio de Obras Públicas; y Ernest Lluch, rector de la Universidad Menéndez Pelayo, las tres instituciones que desde hace cuatro años convierten Cantabria en un foro de la arquitectura española.

El Museo de Mérida, construido por Moneo entre 1980 y 1984 por encargo del Ministerio de Cultura, lleva diez años siendo la imagen indiscutible de la arquitectura española contemporánea. "Mérida es una obra que quiero profundamente y tengo conciencia de cuánto me ha abierto las puertas", declaró ayer el arquitecto. "Creo que no siempre una obra alcanza el nivel de entendimiento popular. El edificio también; entraba de Heno en la discusión de aquellos años de si la arquitectura debía o no enlazar con el pasado. No debe ser entendido como réplica del mundo romano, ' aunque contiene algunos elementos constructivos.

Tiene una directriz que representa la estructura formal del movimiento moderno y creo que en esta simbiosis de pasado y modernidad reside su atractivo".

Josep Martorell afirma que el equipo MBM, formado por Martorell, Bohigas y Mackay, está muy satisfecho del proyecto de Nova Icária, la villa olímpica que continúa el plan Cerdá del pasado siglo para ganar la línea del mar. "Los barceloneses se han apoderado vorazmente de esta operación, que consiste en construir un barrio residencial y recuperar la fachada del mar. La ocupación de viviendas es importante y ha sorprendido el alto nivel de densidad infantil". Señala que la idea maestra es dar forma a la ciudad, una ciudad viva que incluye 25 propuestas de diferentes arquitectos y que aceptan recuperar la morfología tradicional de Barcelona al lado de la tipología moderna.

Calidad del trabajo

Por otra parte, la capilla de la Universidad Pontificia de Comillas (Cantabria) expone durante el verano los 52 proyectos elegidos entre los 480 presentados por escuelas, colegios e instituciones autonómicas, que abarcan los años 1991 y 1993. Esta muestra se unirá a la de los diez años para viajar al extranjero, con primeras paradas en. Japón y Finlandia en un nuevo montaje de Manuel Serrano.

En la inauguración, los representantes de las tres instituciones destacaron la calidad del trabajo realizado por los profesionales españles, aunque los mayores elogios fueron para Caja Cantabria por haber comprado el edificio antes de llegar a la ruina y proceder a su próxima rehabilitación. El propio Palacio de La Magdalena, de Santander, sede de la Universidad Menéndez Pelayo, se en cuentra cerrado por obras en una amplia reforma que proyecta Luis de la Fuente.

El eclecticismo que domina la Universidad Pontificia, con planos de un maestro de Gaudí con un estilo neogótico de infuencia mudéjar, y una decoración interior modernista de Domenech y Muntaner, también se contagia en los 52 proyectos de la arquitectura española de los últimos tres años, según los expertos consultados.

Fuera de la imagen potente de la Expo de Sevilla y la Barcelona olímpica, los edificios y sus presupuestos, incluidos en la ficha junto con la empresa constructora, tienen un amplio abanico que va desde un chalé de siete millones de Campo Baeza a los 25.000 millones de la ampliación del aeropuerto de Barcelona, de Ricardo Bofill.

Los arquitectos españoles han enterrado el posmodernismo, surgido en la última década como reacción a la uniformidad del movimiento moderno. Luis Peña Ganchegui, miembro del jurado junto con Candela, Cabrero y Corrales, declaró ayer que el final del "exceso de barroquismo" coincide con el final del boom de las inversiones del Estado en edificios públicos. Observa un eclecticismo en las tendencias, con una sobriedad en la contención de las formas, en una línea de racionalismo europeo y valores del minimalismo.

"Lo posmoderno ha pasado, afortunadamente", afirmó José Antonio Corrales, para quien el nivel de los profesionales se debe a la formación de los jóvenes, dentro de una arquitectura española que califica de artesana. Para Martorell, se ha caído en la tentación del lucimiento del arquitecto, "cuando éste debe estar en segundo término tras los valores de la construcción, el entorno y el servicio social de la arquitectura".

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