A puerto con el botín
Los pescadores amenazaron con quemar el barco francés si la Armada les cerraba el paso
"Inviertan el rumbo". "Como nos bloqueéis el paso, le plantamos fuego al barco francés". Esta fue la comunicación que mantuvieron la patrullera ' de la Armada española, Mahón y el bonitero Villa de Ondarroa, que remolcaba al buque galo La Gabrielle. Cuando la flota atunera se aproximaba al puerto de Burela, varios periodistas escuchamos en la cabina de mando de un pesquero la advertencia que el Mahón enviaba, invitando a la flota a modificar su rumbo y alejarse del puerto. Los boniteros hicieron caso omiso de. dicho, consejo, al tiempo que amenazaban con quemar el barco francés si la Armada les bloqueaba la entrada del puerto. En respuesta a dicha actitud, las dos patrulleras y el remolcador desplazado a la zona pusieron rumbo a estribor y, poco después, se perdieron en el horizonte.Ése fue el momento más delicado de la larga travesía de los 300 boniteros que componen la práctica totalidad de la flota: española. Una travesía que se inició en la mañana del sábado pasado a la altura de las islas Azores y que concluyó ayer al mediodía en el puerto lucense de Burela, a aproximadamente 700 millas de distancia.
El conflicto se desató en la noche del sábado pasado, cuando varios barcos españoles que pescaban bonito se enzarzaron en una disputa violenta, con. abordaje incluido, con boniteros galos. La utilización de unas redes volantas de tamaño ilegal por parte de las embarcaciones francesas está en el origen de los enfrentamiento s, según la versión que dan los pescadores españoles.
"Esta gente larga redes ilegales", asegura Francisco de Nieto, patrón del Villa de Ondarroa. "Les estamos avisando, los de nunciamos y hacen caso omiso. Donde están ellos es prácticamente imposible pescar con nuestros aparejos. Habíamos recorrido muchas millas y al llegar allí nos rodearon con sus redes y dijimos: vamos a virar, a ver si controlan. Esa noche sorprendimos a unos cuantos y les dijimos a las patrulleras españolas y francesas que vinieran a constatar la ilegalidad. Las volantas sueltas, con más longitud de la debida. Entonces ellos empezaron a recoger la red y nosotros les dijimos que parasen. Les advertimos qué si no paraban les romperíamos los aparejos.
Cuando lo íbamos a hacer uno de ellos abordó a un barco nuestro. Al romper el día, La GabríeIlle abordó al Chirleo, la flota se indignó y entonces lo perseguimos. Lo alcanzamos y entonces no hubo más remedio que abordarlo".
En ese momento, la flota española se reagrupó y puso rumbo al puerto de Burela, trayendo consigo un botín, La Gabrielle, con la intención de que. los inspectores comunitarios constatasen en tierra el tamaño ilegal de sus redes, así como un doble cuaderno de barco y un rifle.El límite de 12 millas
La travesía transcurrió sin novedad hasta que la flota llegó a la altura de las 12 millas que delimitan la franja de aguas jurisdiccionales españolas. En ese punto, 43.grados 57, norte; 7 grados 21, Oeste; la flota se detuvo al obstruirles el paso dos patrulleras de la Armada española. Eran las nueve de la mañana de ayer y la tensión aumentaba por momentos. En tierra, el patrón mayor de la cofradía de Burela explicaba el estado de ánimo de sus colegas. "Llevan 20 días de costera en el mar", comenta Xosé Roca. "Y tres días de navegación con la sola idea de llegar a puerto con La Gabrielle. Imagínense qué nerviosos tienen que estar los hombres al ver que nuestros barcos de la Armada les detienen y que no les dejan proseguir la ruta".
En la cofradía de Burela se suceden reuniones multilaterales, en las que las pretensiones de los pescadores de traer a puerto La Gabrielle chocan con la postura firme de la Administración central: si el buque francés traspasa la barrera de las 12 millas se considerará un acto de piratería marítima.
Durante tres horas permanece la flota española fondeada a 12 millas de la costa, tiempo en el que sale de Burela un barco con períodistas rumbo a la zona del conflicto. Nada más llegar, atisbamos en alta mar una línea, de aproximadamente tres millas, formada por los 300 barcos, con las dos patrulleras franqueando la formación. Nada más entrar en contacto, la flota arranca motores. y pone rumbo a puerto a toda máquina.El estómago vacío
¿Por qué se decidieron a dirigirse a puerto, después de llevar tres horas fondeados en alta mar? Nadie se atreve a ofrecer una explicación que parezca lógica. El propio Francisco de Nieto, portavoz de la flota en el mar ofrece una respuesta de carácter irónico: "Nos vamos al puerto porque parece que tenemos el. estómago vacio y como está llegando la hora de comer habrá que llegar a casa junto a las mujeres, a comer".'
Dos horas más dé travesía para cubrir las 12 millas que separaban a la flota del puerto, con las patrulleras flanqueando la formación pesquera. Entre los tripulantes de los barcos se intercambiaban expresiones de incredulidad, ante el avance de la flota y la pasividad de los buques de la Armada. Hasta que, a escasas millas de la costa, con el dique del puerto ya perceptible en el horizonte, la patrullera Mahón envía el último mensaje, advirtiendo a los barcos que modifiquen su rumbo y no se dirijan al puerto.
Las embarcaciones desatienden la llamada y entran los primeros barcos en la dársena del puerto burelense, entre los aplausos de los numerosos vecino s que se habían congregado en la explanada para recibir. a los botineros.
La ovación más calurosa sé produce cuando La Gabrielle es atracado en el dique más próximo a la cofradía de pescadores. Allí acuden las autoridades pesqueras, con Xosé Roca al frente, acompañadas dé un notario para que levante acta del tamaño de las redes volantas.
"La medida principal es conservar el barco con todo cariño, porque es el arma del delito", insiste Francisco de Nieto, mientras maniobra en el puente de mando de su buque que trae remolcado La Gabrielle, el botín de guerra.
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