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Una larga cadena de enfrentamientos

Los enfrentamientos entre pescadores españoles y franceses corren el peligro de convertirse en algo estructural. Si a finales de marzo pasado más de 200 barcos españoles bloquearon a la flota francesa por el incumplimiento de las cuotas de captura de anchoa, la guerra del bonito que comenzó en la madrugada del sábado es el ejemplo más claro de que el conflicto en el sector pesquero no ha cerrado sus heridas.Una vez más han volado en alta mar bengalas y plomos y se han revivido escenas de abordaje. De nuevo se han cortado redes y, lo que parece más grave, los pescadores franceses han convertido, otra vez, la legalidad comunitaria en papel mojado por la vía de los hechos. En esta ocasión no hay que lamentar heridos de consideración, pero los constantes amarres en la costera de la anchoa y el bonito hacen presagiar pérdidas millonarias, según fuentes del sector.

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La flota atunera ya tuvo que amarrar en dos ocasiones el año pasado ante la práctica ilegal de los franceses de utilizar redes de volantas -redes de cerca de unos 20 metros de altura que se suspenden en el mar mediante flotadores-. Los arrantzales acusaban entonces a los franceses de esquilmar los fondos marinos y les responsabilizaban del descenso de las capturas en las últimas temporadas. El doble amarre se produjo durante una semana de julio y a mediados de agosto del pasado año.

El rebrote del conflicto saltó este año en marzo, cuando los franceses persistían en la captura de anchoas una vez superada la cuota de 3.000 toneladas asignada por las autoridades de la Unión Europea. En esta ocasión también se remolcó un barco del país vecino, el Laetitia, y se sucedieron los abordajes y los enfrentamientos directos.

Pero la lucha no sólo se ha circunscrito al mar. Las imágenes de camiones españoles con toda su mercancía esparcida por el alquitrán de las carreteras francesas se han repetido en varias ocasiones. Es por ello que en este conflicto, mal resuelto y mil veces parcheado, todos han aprendido de las tácticas del contrario y cuando los pescadores españoles amenazan con llevar la guerra del bonito a tierra no se están refiriendo a nada nuevo. Los pescadores han perdido la fe en casi todo: en las instituciones, en los gobiernos regionales y en los ministros.

Mientras tanto, el sector pesquero continúa perdiendo peso específico, empleos y cada vez son más las embarcaciones en el dique seco o en el desguace. "El hambre tiene un límite", decía ayer un hombre retirado ya de la mar, "y no podemos quedamos de brazos cruzados. La Administración debería poner los huevos en la mesa, porque si no, no sé que puede pasar".

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