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Reportaje:

Corazón roto

Malika, una de las 25 saharauis adoptadas por familias de Alcorcón, tiene que pasar por el quirófano

Está roto. Hace tiempo que el corazón de Malika no funciona bien. Hace cinco años, cuando vino por primera vez a Madrid, se le detectó en un reconocimiento médico una estemosis mistral calcificada: una de sus válvulas no se abría y cerraba todo lo que seria deseable. Desde entonces, Malika, una saharaui de 15 años, acude a revisiones periódicas con alguna de las misiones humanitarias que vienen a España.Vive en el campo de refugiados de Auset, uno de los cuatro campamentos del Sáhara, donde habitan más de 33.000 niños. Aunque este mes ella y otros 24 niños han cambiado su tienda de campaña por un piso y una familia en Alcorcón.

Caridad Len es su madre adoptiva, y Moisés y Caridad, sus nuevos hermanos. Malika acaba de pasar un reconocimiento en el hospital Ramón y Cajal. "Los médicos nos han dicho que está mal y que habrá que operarla", dice Caridad. No se sabe cuándo ni quién sufragará una intervención quirúrgica millonaria. Su caso excepcional ha hecho que se la incluyera en esta campaña, destinada sólo a niños de entre nueve y doce años.

Una cuartilla de papel en la que se lee escrito con colores bienvenida a casa está pegada con celo en la puerta de la habitación que Caridad, de 11 años, comparte con Malika. "Lo pintó Moisés", apunta orgullosa su madre. Ya ha pasado en Alcorcón la mitad de su estancia. Se ha bañado en la piscina y ha ido al cine, "lo que más le gusta", sentencia Moisés, un año menor.

Otros niños, como su hermano Sahala, de nueve años, irán a la playa con sus familiares adoptivos. "Nosotros no podemos, mi marido traba a todo el mes", se lamenta Caridad. Habrá tiempo para ver El Escorial, la Almudena o las estatuas de Botero. "Los juegos que más le gustan son buscar a Wally y todos los de cartas", dice la hija de Caridad, que tiene su mismo nombre.

Para la comida no da problemas. "Menos cerdo y alcohol, que lo prohíbe su religión, y el pescado y la verdura, que no le hacen mucha gracia, el resto bien", explica esta madre.

El psicólogo Antonio Balbuena considera buena la posibilidad que se les brinda de conocer otras culturas, pero advierte sobre la vuelta. "Les va a resultar más dificil adaptarse de nuevo a los campos de refugiados. Es como estar en el paraíso y regresar al infierno". Algo que se acentúa al ser niños: "Han tenido unos lazos emocionales que van a tener que romper".

La Liga Española Pro Derechos Humanos y el Ayuntamiento no han preparado a los padres adoptivos para la despedida. Ni a los niños para su regreso. "Se intentará mantener un vínculo, pero Malika ya nos ha dicho que las cartas tardan cuatro meses en llegar", asegura Caridad.

Cuando julio acabe, Malika se llevará a su tienda de campaña un reloj sumergible, regalos y fotos; atrás dejará a una familia y la posibilidad de regresar para operarse. Algunas palabras de su lengua ya no serán, extrañas aquí, como sucra, gracias.

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