El presupuesto
SI ALGO define la política de un Gobierno, ese algo es sin duda el presupuesto. Lo que aparece en sus partidas con su correspondiente asignación, existe; lo que no figura en ellas es humo. El presupuesto es la gran responsabilidad del Parlamento: lo elabora el Gobierno, pero corresponde a los diputados corregirlo, sancionarlo y vigilar su ejecución. Para sacar adelante las cuentas del Estado no basta una minoría mayoritaria en las cámaras. Se ha de formar una mayoría que los apoye. En ésas está el Gobierno: negociando para formarla.La negociación se lleva a cabo con fuerzas nacionalistas, principalmente con Convergència i Unió (CiU). Es lógico que sea así porque son las fuerzas que apoyan a González, porque presentan unos programas más coincidentes y una mayor voluntad de compartir responsabilidades. Hay quien no está de acuerdo con esa lógica y sustituye el término negociación por el de chantaje. Es un argumento simplista que entronca con los viejos reflejos de la derecha tradicional, sustentados en la idea de que los partidos nacionalistas son traidores por naturaleza o, al menos, barren exclusivamente para casa y están incapacitados para pensar en términos de bien común español. '"Ningún español puede entender que se hagan las cosas de esa manera desde la responsabilidad del Gobierno de España", dijo Aznar al referirse a la entrevista que el ministro Pedro Solbes mantuvo el lunes con Jordi Pujol. Fraga reclamó que Solbes fuese también a visitarle. ¿Acaso porque está dispuesto a votar el presupuesto? ¿Se es más o menos español por conversar en Barcelona o en Santiago de Compostela que en Madrid? El argumento resulta hilarante.Los líderes del PP están cayendo en el error al que les impulsan algunos de sus consejeros más excitables: provocar, por razones coyunturales, una creciente satanización de los nacionalismos periféricos, especialmente del catalán, dando por supuesto que no pueden aportar nada bueno a España y olvidando que en nuestro país. se asientan unas nacionalidades históricas, reconocidas como tales por la Constitución de 1978, que han de tener un encaje especial en el Estado por el bien y la estabilidad del propio Estado.
Los anteriores presupuestos, los primeros tras la pérdida de la mayoría absoluta por parte del PSOE, ya fueron negociados con los nacionalistas. La incorporación de algunas propuestas de CiU, entre las que destacan las relacionadas con el fomento a la economía productiva, han contribuido -junto con la reforma del mercado laboral- a la incipiente recuperación económica. ¿Por qué deben las negociaciones actuales arrojar resultados distintos? Cuentan con una ventaja sobre el presupuesto anterior: se dispone de más tiempo para perfilarlo. De momento, el objetivo fundamental acordado, la reducción del, déficit público hasta los límites que permite el fomento de la economía productiva, es un punto de arranque ineludible con el que la inmensa mayoría puede estar de acuerdo. Reducir el déficit es un- objetivo que reclama el PP y todo economista sensato.
Las otras grandes cuestiones que CiU insiste en incluir en los presupuestos están relacionadas con el llamado giro autonómico: la distribución territorial de la parte de los fondos de cohesión destinada a medio ambiente y el nuevo modelo de financiación de la Sanidad. Se trata de cuestiones del mayor interés desde una perspectiva catalana, pero que se aplicarán también a las. otras autonomías. Si las principales contrapartidas que exigen los nacionalismos son beneficiosas para todas las comunidades y tienen encaje legal, ¿cuál es el problema? El único -y nada desdeñable- problema es político: la falta de transparencia con que CiU y el PSOE discuten estos y otros asuntos, sin mediar actos políticos parlamentarios (como la moción de confianza). Es el caldo de cultivo de suspicacias, y éstas, terreno abonado para la demagogia.
En suma, tanto por razones de lógica parlamentaria como de técnica presupuestaria, las negociaciones en marcha son necesarias desde una perspectiva democrática. Los resultados pueden -y deben- recibir las críticas que merezcan desde otros postulados políticos y económicos. Pero éstas deberían versar sobre el fondo de las cuestiones y no sobre prejuicios simplistas que suscitan una. peligrosa animosidad interterritorial.
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