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LA MUERTE DEL GRAN LIDER

El fallecimiento del dictador paraliza el diálogo nuclear en Ginebra

ANTONIO CAÑO / ANA FERNÁNDEZ La repentina muerte del presidente de Corea del Norte, Kim. II Sung, ha paralizado momentáneamente las negociaciones iniciadas el pasado viernes en Ginebra con Estados Unidos, que trata de convencer a los norcoreanos de que abandonen cualquier pretensión de convertirse en una potencia nuclear y respeten sus obligaciones con el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), abriendo sus plantas nucleares a la inspección internacional, tras un año de tira y afloja y momentos de gran crispación entre los dos países.

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Desconfianza y rivalidad

Tanto en la sede diplomática norcoreana como en la estadounidense en la ciudad suiza se desconocía ayer cuándo podrán iniciarse estas negociaciones, aunque por el momento ambas delegaciones permanecen en Ginebra.En Nápoles, el presidente Bill Cliton aseguró poco después de conocer la noticia: "Los contactos se reanudarán en cuanto se :considere adecuado; pienso que nuestros países están igualmente interesados en mantener el diálogo", informa Peru Egurbide.

Clinton subrayó, para justificar su aparente optimismo, que la delegación norcoreana había pedido a la norteamericana que no abandonara Ginebra, "lo que hemos aceptado", dijo. "Por eso pensamos que mantendrán su política, que refleja la actitud del conjunto de los dirigentes norcoreanos y no sólo de Kim II Sung", añadió el presidente norteamericano. También aseguró Clinton que los dirigentes norcoreanos querían mantener la cumbre entre las dos Coreas prevista del 25 al' 27 de julio en Pyongyang.

La nueva ronda de conversaciones, la, tercera desde que en julio del año pasado se encontraran por última vez las dos delegaciones, se había iniciado en un ambiente de relativo optimismo, precisamente tras el anuncio de este encuentro entre los presidentes de las dos Coreas, y la promesa de Kim II Sung de congelar el programa nuclear.

Pero lo cierto es que la muerte del Gran Líder abre ahora un periodo de incertidumbre que deja en el limbo las esperanzas de una solución pacífica de la crisis nuclear y siembra nuevos temores por las repercusiones de una previsible lucha por el poder.

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El consejero nacional de Seguridad norteamericano, Anthony Lake, que acompaña al presidente Clinton en la cumbre del G-7, trató de despejar las dudas sobre las circunstancias de la subita desaparición del líder norcoreano al afirmar que "no hay pruebas que hagan pensar en nada sospechoso respecto a esa muerte".

Estas reacciones tienen por objetivo contribuir a crear un ambiente de normalidad en torno a la sucesión de Kim II Sung, pero las impresiones que en Washington se tenían hasta ahora de la situación interna en Corea del Norte no ayudan a la tranquilidad. EE UU sabe, en realidad, muy poco sobre el sucesor de Kim, su hijo, Kim Jong II, pero lo que sabe es alarmante.

El radicalismo de Kim Jong II

Fuentes de los servicios secretos norteamericanos se han referido frecuentemente a Kim Jong 11 como a u n comunista de línea radical, completamente aislado de la evolución de los acontecimientos en el mundo, propenso a re . acciones histéricas y con escaso apoyo por parte de los diferentes sectores que conforman el poder.

Estados Unidos tiene hoy muy pocas dudas de que Corea del Norte ha desarrollado ya un arma atómica o dispone de los medios para fabricarla a corto plazo. Si Kim Jong II, cuya principal fuente de contestación interna parece ser el Ejército, no consigue un control similar al que tuvo su padre, la situación puede tornarse preocupante,

Pero incluso si el nuevo Kim toma pleno control, Washington teme que sea más difícil entenderse con él que con el viejo líder, que parecía haber optado por la vía de consolidar su sistema a base de la negociación.

En China y Rusia, las reacciones al fallecimiento de Kim II Sung han sido más bien escuetas. En Pekín, la agencia oficial anunció el acontecimiento sin ningún comentario. En junio, el residente chino, Ziang Zemin, había reafirmado, en medio de la polémica nuclear, la "amistad asada en la sangre" entre los dos países. En Moscú, el presidente, Borís Yeltsin, expresó "la esperanza de que no se va a crear en Corea una situación de inestabilidad y que Corea del Norte y del Sur van a aproximarse"

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