Encierro limpio del Conde de la Corte
Y a pesar de todo hay veces que no ocurre nada. Parece milagroso, será por San Fermín. Todo en un encierro de Pamplona está contra el que corre. Su principal enemigo, el toro. Pero además: los cabestros o mansos, que también arrollan y pisan; la propia calle adoquinada, resbaladiza y alfombrada de cristales; los demás corredores, sobre todo los temidos patas, aquellos que no saben de qué va la fiesta y que entorpecen la carrera o citan a los morlacos, distrayéndolos de la manada; el miedo y el frío; el sueño y la resaca, especialmente, aquellos que, como se dice en Pamplona, "han perdido la noche". Nada hay a favor. Ni siquiera los vallados situados para burlar el peligro de una embestida son suficiente garantía.Pero ayer fue un día de esos. Pese a que hubo siete corredores que necesitaron asistencia hospitalaria -dos de ellos quedaron ingresados en observación, uno con el maxilar fracturado y otro con traumatismo craneal- el segundo encierro de los Sanfermines fue de los que se califican de "limpio".
La manada extremeña del Conde de la Corte se presentaba en Pamplona con el cartel de "aptos para el lucimiento", y así fue. Parece increíble que pueda decirse de. antemano algo así de un encierro de toros, pero la realidad superó al pronóstico: "Con gran sentido gregario, no presentan a priori gran peligro para los corredores. Aptos para los puristas. Corren hermanados y son muy rápidos", se leía en un diario local.
Todo ello se cumplió. Los toros subieron la cuesta de Santo Domingo arrollando corredores, aunque permitieron el lucimiento de los mozos más expertos. Sin lanzar derrotes, con un ritmo frenético, cubrieron el primer tercio del encierro en compacto pelotón. Ya en la plaza del Consistorio, la manada pasó por encima de varios corredores que cayeron a su paso. Fue el momento de mayor peligro, y donde se produjo el herido más importante de la jornada. Un pamplonés de 46 años al que los toros le aplastaron la cabeza contra el adoquinado de la- plaza.
Cincuenta metros más tarde, Coqueto, 557 kilos de toro negro zaino, se empotraba en el vallado ciego que da entrada a la calle de la Estafeta, y se descolgaba de la manada. A él se unió más tarde uno de sus hermanos, víctima también de otra caída, ya mediada la calle. Se produjeron entonces dos encierros y hubo quien pensó que podrían repetirse las peligrosas embestidas que el día anterior protagonizaron los Cebada Gago. No fue así. Los dos morlacos acabaron el encierro sin demasiados sobresaltos.
LA CORRIDA DE HOY
Plaza de Pamplona. 4a corrida de feria.
Toros de Eduardo Miura, de la finca Zahariche, en Lora del Río (Sevilla). Divisa verde y grana. Antigüedad, 30 de abril de 1849.
Matadores: Tomás Campuzano, Fundi y Domingo Valderrama.
A las 18.30.
Babelia
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