La ruta de una 9 camionera madrileña
Después del remolque y el taxi, Elena Garcia conduce ahora el autobús 82
Nada en la trayectoria profesional de Elena García hace sospechar que es una mujer. Sólo el nombre la delata. Esta madrileña del barrio de Usera, de 38 años, conductora de un autobús de la línea 82 de la EMT y que apenas sobrepasa los 155 centímetros de altura fue capaz durante cuatro años, entre 1977 y 1981, de conducir un camión remolque americano y llevar cargas de 20.000 kilos a diversos países de Europa (Inglaterra, Italia y Francia eran sus destinos habituales). Si esto ya de por sí constituye toda una odisea, Elena cuenta, como si se tratara de lo más normal del mundo, que llevó el camión sola y de noche durante miles de kilómetros aun estando embarazada. Esta menuda y arriesgada mujer no tiene ni idea de lo que es el miedo. 0 al menos eso parece.La aventura de Elena García comenzó a mediados de los sesenta, cuando conoció al que fue su compañero sentimental durante algún tiempo y padre de su hijo Luis Miguel, de 13 años. Este hombre le enseño a conducir camiones y entre ambos se compraron la cabeza de un remolque y se lanzaron a la carretera. A los 18 años ya dominaba el volante de estos gigantes vehículos y con 21 años y el permiso de conducir en el bolsillo se convirtió en la primera camionera de España. Periódicos españoles y europeos se hicieron eco de la noticia en 1977.
Su hermano menor, Carlos, de 25 anos, se muestra todavía orgulloso al recordar la cara de sus amigos cuando veían a Elena meterse con el camión por las estrechas calles de Usera, hace 17 años.
"Al principio impresiona verte con un trasto tan grande", reconoce Elena, "pero pronto te acostumbras porque el volante del camión es muy suave. Yo creo que no hay más mujeres camioneras porque ni siquiera se lo plantean. Aptitudes, tenemos las mismas que los hombres..Es cuestión de práctica". Asegura además que Fernando, su compañero, se fiaba completamente de ella. "Corno el camión era nuestro, parábamos lo menos posible, para ganar más dinero. Mientras él dormía yo conducía, y al contrario. No tenía razones para no fiarse. Nunca tuve un accidente".
Quienes creían ser víctimas de una alucinación eran sus colegas camioneros cuando la veían descender de la cabina como si tal cosa. "Sentían curiosidad. Es lógico. Se me quedaban mirando y cuando paraba para comer estaban deseando acercarse a charlar conmigo. En alguna ocasión tuve que soportar los típicos comentarios de los Propios compañeros de mi empresa, que me decían: '¿No estarías mejor en tu casita?'. Otras veces, como yo era una cría y Fernando era mucho mayor que yo, se me insinuaban y me decían chorradas. Pero problemas graves nunca tuve".Sola y embarazada
Durante los cuatro años que trabajó con el camión sólo se topó con otra mujer camionera, de nacionalidad francesa. Solía coincidir con ella cuando transportaba piezas de repuesto para la Renault y, señala Elena, "era un alivio encontrarse con ella en un mundo tan lleno de hombres". Confiesa que echa de menos el haber tenido más relaciones con mujeres, haber hecho más amigas, pero sus trabajos -primero el camión, después el taxi, y ahora el autobús- no se lo han permitido. "Sólo tengo una amiga y vive en Irún", se queja.
En 1980, Elena se quedó sola con el camión, y encima embarazada. "Seguí conduciendo porque necesitaba el dinero. Nunca pensé en el riesgo que podía correr. Tenía que trabajar y punto. Además me conocía bien las rutas, paraba en los mismos sitios, dormía en el camión y tenía controlados los horarios. Si tenía una avería llamaba directamente a mi empresa y ellos se encargaban de localizarme un mecánico. Me sentía segura".
Cuando se vio obligada a dejar el camión, trató de ganarse la vida como taxista asalariada, pero esta vez sólo aguantó cinco meses. "Tenía que hacer 11 o 12 horas diarias para que fuera rentable y acababa hecha polvo", explica.
Hace cinco años la llamaron de la oficina de empleo donde se había inscrito. La Empresa Municipal de Transportes necesitaba conductores. Tras superar las pruebas, Elena Garcia se convirtió en la tercera y última mujer que por el momento ha ingresado en la EMT.
Ahora vive en Parla, lleva una vida estable y tiene un trabajo seguro, pero a veces Elena suena que viaja por una gran autopista, bajo un cielo oscuro y lleno de estrellas. Sonríe y concluye: "Me gustaba conducir el camión de noche porque me sentía bien. Era una sensación maravillosa. Sola y en silencio dentro de la cabina parecía que el mundo era mío".
"¡Qué pelÍgro!". Este es uno de los comentarios que Elena García escucha de vez en cuando en uno de los autobuses de la línea 82, que conduce durante más de siete horas diarias y que hace el recorrido Moncloa-Puerta de Hierro.
"Los jóvenes, como se lo toman todo a chirigota, me crastan alguna broma de vez en cuando. En cambio, la gente mayor no me quita ojo. Me mira fijamente y va pendiente de lo que hago. Yo creo que tienen mie o declara. Para Elena, llevar un autobús es mucho más duro y difícil que conducir un camión. "Trabajar con viajeros es conflictivo. No porque yo sea mujer, sino para cualquiera.Además, el camión es mucho más independiente y da más dinero. Lo único malo es que estás mucho tiempo fuera de casa y cuando tienes un hijo no quieres ni puedes permitírtelo".
Sentada al volante del 82 Elena ha aprendido mucho de los rostros que observa a través del retrovisor. Reconoce rápidamente a los viajeros que van a visitar a sus familiares a la clínica Puerta de Hierro, porque "se les refleja el dolor en Ia cara", y a los universitarios que han pasado la noche en vela por un examen.
Le agrada que alguien la felicite de vez en cuando. "Me animan sobre todo las mujeres, que dicen que tendría que haber más conductoras".
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