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EL REGRESO DE ABU AMMAR

Arafat llama a la unidad en la cuna de la Intifada

El presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, vivió ayer un día de intensa emoción en el campo de refugiados de Jabaliya, en la franja de Gaza, en el que en 1987 nació la Intifada, la rebelión popular que logró poner en jaque al Estado de Israel. "Os pido que me ayudéis a llevar esta pesada carga", exclamó Arafat ante 4.000 personas. "Hermanos, éste es un camino difícil, pero es el camino de los héroes, de la gente poderosa". Arafat hizo también un llamamiento a la unidad entre las distintas facciones de la OLP y de sus oponentes islámicos de Hamás.

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En Jabaliya, donde viven hacinados 72.000 personas, se esperaba la visita. Parecía obligada. El líder de la OLP, en su regreso triunfal a Palestina, no podía obviar la importancia de Jabaliya, la piedra sobre la que se ha asentado en gran parte todo este proceso de paz. La Intifada, surgida como una explosión de ira popular el 9 de diciembre de 1987, ha sido la mejor arma de la resistencia palestina, la que ha ayudado a Arafat a volver a poner su pie en la tierra de sus antepasados. Pero Jabaliya es, además, el campo en el que se aglutinan todos los sectores de la lucha por la independencia palestina, desde los más moderados a los extremistas radicales.Por la mañana, en la esquina del campo de refugiados, nadie sabía si Arafat iba a llegar o todos simulaban no importarles demasiado. "¡Ojala venga!", dijo un joven zapatero ambulante. "Lo recibiríamos con los brazos abiertos". En una de las esquinas de los arrabales de Gaza todos parecían felices. Finalmente, explicó el zapatero, tenemos un presidente y está en casa.

Arafat, cargado de simbolismo, eligió para su discurso, la misma calle en la que perdió la vida Hazem Sissi, el primer mártir cuya muerte prendió la Intifada. Sissi tenia 17 años en aquel 9 de diciembre de 1987.

El dirigente palestino hizo un guiño a los radicales al aludir en su discurso a Imad Akel, el comandante del ala militar del grupo Hamás abatido por el Ejército israelí el pasado mes de diciembre. Los puños de la multitud. saludaron la mención, pero el dirigente volvió a la defensiva inmediatamente: "El pacto que hemos alcanzado no satisface a todos, pero es el mejor que podíamos haber obtenido bajo las actuales circunstancias de la comunidad internacional y del mundo árabe", dijo.

El discurso de Arafat fue un constante tira y afloja. "Debemos recordar que tenemos grandes responsabilidades y retos", dijo el líder palestino. Luego volvió a la carga y habló de extender el control palestino a toda Cisjordania, para dejar todo pendiente de una interrogación; "¿Podemos contruir hoy una Autoridad Nacional que nos lleve a un Estado palestino con Jerusalén como capital?"

Mañana lunes, Arafat tiene previsto viajar a Jericó, la otra pata sobre la que se asienta la autonomía palestina. Es un viaje de gran importancia por qué en él, el líder de la OLP tomará el juramento de los 24 miembros de la Autoridad Palestina, una especie de Gobierno, que será el encargado de administrar la nueva situación.

La realidad de Gaza y Jericó no es la que se deduce de los protocolos y actos oficiales de los primeros días. En Jabaliya y en los otros siete campos de refugiados de Gaza se esconde la verdadera Palestina, plagada de miseria y necesidades. "Yo lo que quiero es un empleo más o menos seguro que me permita pensar en un par de habitaciones, no importa qué tamaño, no importa el color... porque lo que quiero es casarme y tener hijos, una familia de bien", asegura un joven.

Hacer realidad los sueños

¿Podrá Arafat materializar esos sueños? Nadie lo sabe. Pero, curiosamente, si hay déficit de algo aquí en Gaza, aparte de dinero, es un. déficit de pesimismo. De momento, a los chavales lo que menos les importa es la recompensa económica inmediata. Hay hambre de fe. Y como todavía no hay una opción más convincente de la que ofrece Arafat, que cuando habla del fin de la pobreza, del retorno a Jerusalén, las miserias se olvidan.

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