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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Guapa y con gracia

Hay un entremés de los hermanos Álvarez Quintero al que puso música Turina en 1905, cuyo título, Fea y con gracia, serviría debidamente modificado para aludir a María Bayo, esa guapa y con gracia que el pasado lunes cantó y encantó en el teatro de la Zarzuela muy bien asistida por el pianista Juan Antonio Álvarez Parejo.Por esa gracia, cuanto hace la Bayo se torna afectivo, comunicativo y vivificante. Su programa era. muy atractivo y, en algo, abusivo, pues dedicaba su mitad a canciones de Joseph de Canteloube (Annonay, 1879-París, 1957) lo que parece demasiado, sobre todo cuando las melodías basadas en el folclore de Auvergne resultan muy superiores a las derivadas del vasco.

María Bayo

María Bayo, soprano, y J. A. Álvarez Parejo, piano. Obras de Canteloube, Haendel y Mozart. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 27 de junio.

De ahí que una Madeleine Grey o una Victoria de Los Ángeles, insistieran en las primeras, ya que para las segundas contamos en España con autores más interesantes: Donostia, Guridi, Arambarri o Lavilla. Lo cierto es que María Bayo interpretó, mimó, sintió e hizo correr por la sala el fresco vientecillo de ese repertorio del discípulo de D'Indy y amigo de Severac, al que le unen tan sutiles rasgos.

En la segunda parte del recital, sólo dos autores: Haendel y Mozart. Del primero, dos arias de la ópera Giulio Cesare, la primera de gran concentración, intenso lirismo y hondura de sentimiento en la que me parece todavía no ha excavado del todo la joven estrella navarra.

Facilidad

Venció, en cambio, con facilidad dominio y sorprendente técnica, todas las agilidades y arriesgados rounds de la segunda aria, de Tempesta, en el acto tercero de la citada ópera. El Mozart de María Bayo, tanto Pupille amate, de Lucio Silla, cuanto en el aria Voy avete un corfedele, sobre texto de Goldoni, escrita en Salzburgo en 1775 para Le nozze di Dorina, de Galuppi, convenció a la audiencia hasta el entusiasmo, de manera muy particular por un estilo riguroso, fresco y netamente bergancesco, lo que no es corto elogio. Como propinas, Una voce poco fa, de El Barbero de Sevilla de Rossini, en donde el ejemplo o la sombra de Teresa se manifestó al máximo, el vals de Musetta, de La Boheme, de Puccini, y Tus ojillos negros, la Canción juvenil de Falla sobre versos de Cristóbal de Castro, que tienen algo de trabalenguas. Y María Bayo se trabó y cortó. Luego, reanudó felizmente la melodía en medio de grandes aplausos.

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