Ganchos para pulpos
Cómo seleccionar camareras cañón para las terrazas de moda
Lema de la elección: "Las chicas ponen el gancho y los chicos las copas". Y gancho (así se denomina la característica predominante de la muchacha que se sujeta al canon estético del momento) fue lo que mostraron el viernes una treintena de chavalas a media docena de empleados de la discoteca Pachá. Ellas rellenan un papel con sus datos (por tanto, hay que saber escribir) mientras ellos evalúan la cantidad y calidad de gancho de la chica. Y apuntan su calificación detrás del papel. "Queremos chicas l0", dice Nacho, el encargado de la imagen de Pachá. Ésta es una más de las selecciones de camareros para las terrazas veraniegas de moda. Casi todos los responsables de los chiringuitos quieren pieles jóvenes, modelos en paro o estudiantes. La mayoría de los hosteleros de la Castellana piden también hombres; Pachá sólo quiere chicas para la nueva terraza (de 2.500 metros cuadrados) que la discoteca abrirá en Atocha.La noche de gancho se paga a 10. 000 pesetas, pero "depende de quien seas", matiza Nacho. Eso quiere decir, según explica, que hay a quien se le paga "lo que pida". No dice cuánto. Tampoco cuántas de ellas conseguirán el trabajo.
No hace falta ser un rascacielos, pero sí "altita". ¿Delgada? "Desde luego", contesta despavorido Nacho. Y "agradable" (de trato, claro). Además de casilla para el teléfono también existen en el formulario una para estudios y otra para experiencia profesional. Pero eso no puntúa mucho. ' "Nos preocupa relativamente que sepan poner copas", se sincera Nacho. ¿Y si se presenta una joven que no tiene físico sino Física, ocho idiomas y un master en coctelería? Pues no se sabe. Todo depende.
Nacho balbucea cuando se le pregunta por qué las chicas tienen que ser monas para ser camareras y los chicos buenos profesionales. "No es lo mismo mirar una rosa que ver un cardo", resuelve. El quid de la cuestión está en el sexo de las plantas. Itziar, una ex modelo de 30 años menuda y alegre, dice que le parece inmoral esa discriminación.
¿Y ellos, qué?
"Me encantaría ver camareros estupendos y tocarles el culo", se ríe. "Si son inteligentes cogerán a gente espabilada: detrás de una barra hay mucho trabajo y hay que mover el culo". Ella sabe lo que es espantar pulpos detrás de una barra: "Cuando eres muy jovencita lo pasas fatal".
Alfredo, el encargado de la terraza Carmela (Castellana, 23), opina que el palmito no es lo que más valoran los clientes. "Tenemos una camarera escocesa de aspecto muy normal, pero que es tan simpática y buena profesional que los clientes te felicitan y te preguntan dónde has encontrado esa joya", comenta. "Además, habla un montón de idiomas", añade.
Itziar es (al menos en apariencia) la mayor de las chicas que piden un empleo en las escaleras de Pachá. Algunas han ido sin que lo sepan sus padres, como Cristina y Mónica (son nombres supuestos), de 21 y 22 años, las únicas que no quieren salir en las fotos. El resto cruza la pierna para la cámara. "¿Adónde estás enfocando?", pregunta una rubia de melena larga y brazos escurridos. "Al ombligo". "Jui, jui". Se baja la camiseta. "Que pasen otras seis", dice una cabeza en el quicio de la puerta. El examen dura poco rato, lo justo para que los ganchólogos paseen su ojo por las líneas rectas de las aspirantes.
Cristina y Mónica dicen que hay muchas enchufadas y que ellas tienen pocas posibilidades. Sagrario, de 24 años, tampoco confía en conseguir un puesto tras la barra. ¿Por qué? Y con una sonrisa breve señala la serpiente que dibujan sobre las escaleras las chicas anzuelo. 11 ¡Con esta competencia!".
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