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Campañas

Ángel S. Harguindey

Son tiempos electorales. Ha llegado, pues, el momento de apoyar, o no, las propuestas para salir del pozo. Si las sugerencias que se exponen aquí pudieran ser interpretadas como irreverentes con el sistema sólo haría falta hechar un vistazo a la Hemeroteca para ver quien consigue la palma de la desvergüenza sobre el tanto tiempo anhelado derecho de voto. Al fin y al cabo a todos nos duele bastante España que diría el clásico.Los populares comenzaron su campana con una desafortunada opción estética: apostaron por el nonnato monumento a la Virgen en el Retiro. Se equivocaron por una excesiva claridad de intenciones: en tiempos de crisis lo mejor es rezar. Después fue la solución Botero: en tiempos de escasez, regalemos opulencias. No es mala idea pero llevada al límite de sus posibilidades habría que colocar las esculturas en Los Focos, Caño Roto, el Pozo del Tío Raimundo o en cualquier poblado chabolista: a más miseria, más gordas. Es una propuesta arriesgada pero como todo lo que bordea el peligro, seductora.

La mayor ventaja de la opción Botero es que parece haber desbancado a las cabras hispánicas, las violeteras o las manadas de reses bravas del privilegiado lugar que disfrutaban en los gustos del actual equipo de gobierno muncipal. Otra virtud destacable del giro estético-monumental es la de que todo esfuerzo dedicado a la mayor gloria de Botero reduce las posibilidades de dedicarlo a personajes difuntos, por muchos desvelos en ayudar a los menesterosos que hubieran demostrado en vida.

Los socialistas, por su parte, marearon la perdiz del discurso teórico. Asi van. No se han enterado de que lo que arrasa es el continente. Al fin y al cabo la mayoría de los votantes proceden de la cultura audiovisual. Tuvieron varias posibilidades para evitar el desastre: por ejemplo, inundar los barrios elegantes de esculturas famélicas para estimular la conciencia social que sus oponentes tratan de ocultar bajo las orondas boterianas. Llegados a este punto tendrían en el compañero Barranco un modelo ejemplar si bien debería cambiar la indumentaria Emidio Tucci por un toque más nuestro: descamisado andaluz altivo, sin ir más lejos.

Si pese a todo mantienen su fe en la cultura Gütenberg, con lo que supone de elección de una muerte con honra, pudieron ofrecer un texto del compañero inalámbrico Guerra en el que expondría con detalle su ímproba tarea divulgadora de la música de Mahler, labor por la que recibió hace unos años el doctorado honoris causa en una universidad limeña sin que se le cayeran los anillos por tal distinción. Corrían tiempos en los que la conspiración oligárquica y de los media aún le permitían algún tiempo libre para llevar por el mundo la buena nueva sinfónica. En todo caso prefirieron una vez más la chistosa demagogia del visecretario general cada vez más integrado en la escuela del Teatro Chino de Manolita Chen.

Ninguna de estas sugerencias solucionará alguno de los muchos problemas que aquejan al país y al paisanaje pero con constancia y presupuesto podríamos convertir nuestras plazas y calles en una eclosión de esculturas -inimaginable en nuestra historia o en la de nuestros socios comunitarios- además de tener una de las clases sociales potencialmente votante socialdemócrata con el mayor nivel posible de conocimiento sobre Gustav Mahler. Menos da una piedra.

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