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Mitterrand ensalza la Europa reconciliada gracias al desembarco

Enric González

El cielo estaba tan gris como medio siglo atrás. François Mitterrand, presidente de Francia, señaló la playa a su espalda para recordar que ahí mismo, el 6 de junio de 1944, se decidió el destino de Europa. "Os doy las gracias", dijo, mírando a 5.000 ancianos soldados, "por la libertad del mundo, que tanto os debe". Omaha Beach, una larga playa de Calvados, fue escenario de la batalla más cruenta del desembarco en Normandía. Mitterrand proclamó ayer que en aquel infierno, hacía 50 años, había nacido una nueva Europa reconciliada en la que la guerra era "inconcebible".

Mitterrand recibió en Omaha Beach a nueve jefes de Estado y a más de 5.000 supervivientes del Día D. La ceremonia, sobria, azotada por el viento, había comenzado con la voz de dos de los protagonistas de 1944. Primero, la del general Dwight Ike Eisenhower, jefe supremo de las fuerzas aliadas, con su anuncio de que el decisivo desembarco se había puesto en marcha. Después, la voz del general Charles de Gaulle, líder de la Francia Libre, con la frase que galvanizó a millones de franceses: "La batalla suprema ha comenzado".Surcaban el cielo tres viejos aviones Dakota, reliquias de la II Guerra Mundial, y un grupo de barcazas reproducía las maniobras del desembarco de 1944, cuando un viejo veterano tomó la palabra. "Qué tranquilo está esto hoy", suspiró el anciano. A esa misma hora, 50 años atrás, cientos de cadáveres cubrían la playa. Bombas, gritos, voces ininteligibles de hombres mutilados, aterrorizados o enloquecidos componían, aquel Día D, el trueno incesante de una batalla que costó 3.000 vidas y 7.000 heridos graves en una sola jornada. Todo, a cambio de unos kilómetros de arena sucia. El desastre fue tan grande, que el mando aliado pensó en ordenar la retirada de Omaha Beach.

"Aquí, donde estamos, una cierta manera de vivir, de creer y de esperar se impuso sobre el único, el auténtico enemigo, el nazismo", dijo Mitterrand, en nombre de todos los presentes. A su alrededor, nueve jefes de Estado representaban a los países aliados en aquella fecha: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Australia y Nueva Zelanda. Faltaba en la tribuna Grecia, cuya representación era de nivel ministerial. Bill Clinton y la reina de Inglaterra flanqueaban al presidente francés.

El horror de Omaha Beach permitió que naciera, dijo Mitterrand, una nueva "Europa salvada, que sólo podía ser otra Europa; 340 millones de europeos, a la espera de los otros, se, han dotado desde entonces de leyes comunes. Un conflicto armado entre ellos", subrayó, "es inconcebible. Reconciliados, los enemigos de Normandía marchan ahora al mismo paso". Fue un recuerdo a Alemania, el gran ausente de ayer.

"Diálogo por la paz"

"Ojalá puedan apaciguarse igualmente", siguió Mitterrand, "tantos desgarros que, cerca de nosotros, en la antigua Yugoslavia, o más lejos, en África negra, y en tantos rincones del planeta, no benefician más que a la muerte. Ojalá pueda organizarse por todas partes el diálogo por la paz de los países, de los pueblos, bajo la égida de unas Naciones Unidas que nacieron también de nuestra victoria en Normandía".

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La emoción era espesa entre los veteranos, los grandes protagonistas de la conmemoración. Toda la región había sido paralizada para que los autocares de ex combatientes pudieran moverse con plena libertad. La población, sin embargo, se había volcado con los ancianos visitantes y toda la hospitalidad era poca para los supervivientes de aquella carnicería que salvó a Europa.

Un almuerzo oficial con problemas de tráfico

François Mitterrand, el presidente francés, decidió obsequiar ayer a sus ilustres visitantes con una comida íntima en una acogedora casa normanda. Pero reunir a los otros 10 jefes de Estado, y sus respectivas esposas, que asisten a los actos conmemorativos del cincuentenario del desembarco aliado en Normandía se convirtió en un trasiego de helicópteros y motoristas que rompió el apacible ambiente previsto.Bill Clinton, el presidente estadounidense, fue el primero en tomar tierra en la pista de atletismo habilitada como helipuerto. Clinton necesitó una caravana de siete vehículos para cubrir los escasos centenares de metros que separaban el estadio del lugar de la cita.

La reina Isabel II de Inglaterra llegó media hora más tarde. La caravana de la reina británica sólo constaba de cinco vehículos, pero su Rolls Royce Silver Spur de color verde botella circulaba con mucha más elegancia que el Cadillac blindado de Clinton.

Luego vino la aglomeración. Los motoristas de la policía francesa rodaron sin tregua para intentar sentar a la mesa a reyes, reinas y presidentes antes de que llegara la hora de partir.

El menú del ágape se mantuvo en riguroso secreto. Pero fuentes próximas al palacio presidencial explicaron a Reuter que la comida consistió en foie-gras de oca, ternera, quesos y "una sinfonía de postres". Los vinos que regaron la comida eran de las cosechas de 1944 y 1945.

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