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Partidarios y adversarios de Yeltsin celebran divididos el aniversario de la victoria rusa sobre los alemanes

La celebración ayer en Rusia del Día de la Victoria sobre la Alemania de Hitler en la Segunda Guerra Mundial ilustró una vez más las divisiones del país. Mientras el presidente, Borís Yeltsin, llamaba una vez más a la unidad de todas las fuerzas políticas en el interior, en otro punto de Moscú la oposición advertía, a su vez, al jefe de Estado que está dispuesta a dar la batalla por terminar lo antes posible con el actual régimen.

Yeltsin, que inauguró solemnemente el Museo de la Segunda Guerra Mundial, pronunció un discurso patriótico en el que se oyeron notas propias de los nacionalistas. "Hay que entender de una vez y para siempre que a Rusia hay que tratarla de usted. Otro lenguaje nuestro pueblo no lo comprenderá", dijo el presidente, lanzando una clara advertencia a los países occidentales, que, según Moscú, ignoran los intereses de Rusia.En el plano interno, Yeltsin insistió en la necesidad de unirse: "Cuando estamos en concordia somos fuertes, cuando estamos unidos somos invencibles", manifestó el líder ruso. Pero la oposición, que se reunió ayer en la plaza Lubianka, frente a la sede de los órganos de Seguridad, se niega a olvidar el cañoneo del Parlamento en otoño pasado y rechaza cualquier compromiso con Yeltsin.

En la manifestación más grande de los últimos tiempos, que reunió a cerca de 20.000 personas, participaron todos los líderes de la oposición irreconciliable: el ex vicepresidente Alexandr Rutskói; el jefe del nuevo Partido Comunista, Guennadi Ziugánov; el líder de los comunistas ortodoxos, Víktor Anpílov, y el presidente del Frente de Salvación Nacional, lliá Konstantínov.

Rutskói arremetió contra las reformas, que "han destruido el potencial industrial y militar" de Rusia y "hundido al pueblo en la miseria". El ex vicepresidente de la república prometió hacer todo lo posible por festejar el cincuenta aniversario de la victoria sobre el fascismo ya sin Yeltsin.

Ziugánov, que tiene una amplia representación en el actual Parlamento, rechazó todo compromiso con el actual Gobierno al asegurar que actualmente "Moscú se halla ocupada" por el capital extranjero, y se lamentó de que los militares defiendan este "régimen criminal que saquea al país". Anpílov y Konstantínov fueron más allá de la simple crítica y presentaron un programa de acción para enfrentar a los reformistas. El primero propuso elegir un candidato presidencial único para la oposición, que se comprometiera, en caso de triunfar, a tomar inmediatamente tres medidas: "anular los puestos de presidentes, gobernadores y alcaldes" en la Federación Rusa, "devolver al pueblo lo robado".

El Día de la Victoria confirmó lo que ya se vio durante la reciente firma del Acuerdo Social propiciado por Yeltsin: la auténtica oposición, la que realmente representa un peligro potencial para las fuerzas reformistas, no está dispuesta a firmar un pacto con el Gobierno. Al, contrario, se prepara para unirse ella misma con el fin de tratar de hacer caer a Yeltsin incluso antes de que expire su mandato presidencial.

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