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La cuadratura del círculo

¿Puede funcionar un sistema democrático cuando un partido obtiene más del 60% de los sufragios y triplica en apoyo popular al siguiente?Esta es la gran incógnita que se ha abierto con el resultado de las primeras elecciones multirraciales en Suráfrica. Y despejarla en sentido positivo no va a ser fácil.

La evidencia empírica de que disponemos demuestra que todas las democracias se basan en una peculiar combinación de mayoría política y minoría social. La democracia es un gobierno de mayoría política pero de minoría social. El partido que gana las elecciones suele obtener muy poco más del 40% de los votos emitidos, que viene a representar un tercio del censo electoral.

La razón de que sea así es clara. "El ansia de poder, como decía Hobbes, sólo cesa con la muerte". Y la acumulación de poder en el Estado es tal, que si la mayoría que dispone del mismo es también mayoría social, la tendencia a abusar de él resulta irresistible. Las democracias sobreviven porque hay dos tercios de la sociedad frente al tercio que dirige al Estado. Este es el secreto que las hace funcionar y, sobre todo, durar.

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En Suráfrica esto ni ocurre, ni hubiera sido bueno que ocurriera. Cualquier otro resultado que no hubiera sido el que ha sido, imposibilitaría la transición que tiene que hacerse en el país. La concentración de poder en la minoría blanca es tan enorme, que el ANC tiene que disponer de una mayoría abrumadora para intentar introducir los cambios imprescindibles que permiten la "coexistencia pacífica" entre todos los surafricanos. La mayoría aplastante del ANC es el punto de partida indispensable para la construcción de una posible Sudáfrica democrática.

Tal mayoría, como es obvio, comporta riesgos. El sistema político surafricano multirracial nace como un sistema fuertemente desequilibrado, que no va a disponer además durante bastantes años de los mecanismos correctores de dicho desequilibrio conocidos en los países democráticos.

En el corto plazo el único mecanismo de equilibrio que puede funcionar es el que podría denominarse "equilibrio del terror". Por eso he utilizado antes el término de la Guerra Fría "coexistencia pacífica". El ANC sabe que tiene una mayoría aplastante, pero sabe también que tiene en frente minorías que pueden desestabilizar el país, que pueden hundir el barco.

Este "equilibrio del terror" es el que ha dominado todo el proceso de desmantelamiento del Apartheid. Todas las encuestas de forma unánime predecían desde hace dos años los resultados electorales. que se han producido. Y sin embargo, la Constitución se ha hecho con todos los partidos que han querido participar. Y las negociaciones y concesiones a Inkatha y al Freedom Front del General Vilhoem se han prolongado hasta el día antes de las elecciones, aun sabiéndose que su apoyo iba a ser muy reducido. Esto es lo que ha hecho posible la "voladura controlada" del apartheid y es lo que puede hacer posible la transición hacia una verdadera democracia en Suráfrica.

Como fácilmente puede comprenderse el mecanismo es enormemente inseguro y depende de manera inquietante del liderazgo personal de los diferentes partidos implicados en la gestión de la mencionada transición.

Afortunadamente, el desarrollo de la campaña electoral, la forma en que la población blanca ha acudido a las urnas y la reacción del ANC tras su aplastante victoria, son elementos que apuntan en una dirección esperanzadora. Pero el reto que tienen ante sí los dirigentes políticos surafricanos se asemeja bastante a la operación que da título a esta columna.

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