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Gruesa batalla contra la delgadez

Preocupación ciudadana en EE UU por la publicidad que fomenta la anorexia y la mala alimentación

Un grupo de señoras de Boston han formado una asociación contra la promoción de la delgadez en algunos anuncios. El grupo arremete contra la publicidad de Calvin Klein a través de la modelo Kate Mosse o contra el de Diet Sprite de Coca-Cola con la modelo Kristin McMenamy, apodada Skeleton por la misma firma publicitaria neoyorquina Lowe& Partners que la contrató.En opinión de este colectivo de clave feminista, irritado porque los hombres dicten el cuerpo de moda en la mujer, ambas campañas favorecen la anorexia que sufre un sector muy amplio de las americanas entre los 18 y 45 años. De hecho, algunas miembros de este colectivo, autotitulado Boycott Anorexic Marketing, se declaran a sí mismas anoréxicas. La susceptibilidad es muy alta. Katherine A. Halmi, profesora de psiquiatría y directora del Cornell Medical Center de Nueva York, ha asegurado que es "un desastre social" el actual énfasis en la delgadez como ideal de belleza. Pero incluso la productora cinematográfica Fox, a través de su serie televisiva Beverly Hills, ha sido acusada de promover la moda flaca.

La alimentación es un asunto capital en Estados Unidos y las batallas, aún sutiles, se suceden con frecuencia. Existen asociaciones que organizan excursiones a los supermercados para ilustrar a las amas de casa sobre las virtudes y defectos de los productos que se expenden en los estantes y con el fin de contrarrestar los posibles errores inducidos por la publicidad.

La nueva e intensa campaña contra las palomitas que se venden en los cines, apoyada en los temores de la alta proporción de grasas y colesterol que contienen, es un ejemplo patrocinado ahora por el Centro para la Ciencia en Interés Público. Y la vigilancia no cesa. Kilos de sal a la que se le ha extraído sodio, helados sin cremas, carnes light, huevos enteros pero vacíos de colesterol.

Visto sin embargo que lo predominante en la ingestión popular son los surtidos de Taco Bell, los McDonalds o los Pizza Hut, los efectos generales terminan siendo decepcionantes. En un país donde la obesidad es un problema sanitario de primer grado, los últimos datos indican que frente a las recomendaciones bromatológicas o la ingente profusión de gimnasios y pobladores corriendo millas, el peso del americano medio ha aumentado en más de cuatro kilos.

En la Casa Blanca es reciente el cambio del equipo francés de la cocina por otro autóctono destinado a cocinar platos ejemplares bajos en calorías. Pero el problema es general, profundo y afecta en numerosas direcciones.

Golosinas en el colegio

Los niños pobres subalimentados en Estados Unidos suman millones y aquéllos a los que el Gobierno trata de alimentar en las escuelas públicas sortean buena parte de las intenciones administrativas.El presidente del Comité de Agricultura del Senado, Patrick J. Leahy, se ha convertido en la bestia negra de parte de la industria alimenticia a partir de una propuesta que podría aprobarse en pocas semanas. En opinión de Leahy se debería prohibir o limitar la venta de refrescos y golosinas en las escuelas públicas.

Hasta hace poco, el Comité que preside Leahy destinaba buena parte de su atención y de sus fondos a apoyar a los agricultores, pero considerando que apenas quedan campesinos, la obsesión se ha fijado en el consumo. Entre otros programas dietéticos, el Gobierno norteamericano destina cada año 630.000 millones de pesetas para subvencionar el almuerzo de 25 millones de estudiantes.

Han comprobado, sin embargo, que tras detalladas investigaciones buscando equilibrar el menú, los estudiantes no sacan demasiado provecho por culpa de las chucherías que toman a deshora. En consecuencia, parece dispuesto el senador a combatir las Coca-Colas, las patatas fritas o las galletas inmediatamente. En su batalla tiene enfrente el poder de algunas corporaciones como la misma Coca-Cola y el interés los mismos colegios, que gracias a las ventas obtienen ingresos para actividades deportivas y extraescoloares.

En apoyo de casi todas sus tesis se encuentran, sin embargo, la American Academy of Pediatrics, la Children's Defense Fund, la American Heart Association y la American Cancer Society, un batallón de instituciones que no dejan de llevarse las manos a la cabeza cuando sus conciudadanos ayunan como anoréxicas o se llevan la tópica comida nacional a la boca.

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