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Satisfacción en Calais

'Gran Bretaña, todo recto', indica desde hace dos semanas un gran letrero verde antes de entrar en la ciudad francesa

Enric González

La señal está instalada desde hace un par de semanas. Uno circula por la autopista y antes de entrar en Calais, al lado de otras indicaciones (Dunkerke, Reims, Bruselas), se encuentra con el gran letrero verde: Gran Bretaña, todo recto. Es la única de las placas del Eurotunnel que no se ha cubierto de negro, aunque todo recto siga habiendo, por ahora, sólo el mar. Se trata de un símbolo. Como dice un empleado del túnel, la señal "significa que hemos ganado". Que el gran agujero está listo, aunque aún no esté abierto.La entrada del túnel se ha convertido rápidamente en una especie de catedral pagana para Calais. El caudal de autopistas, la estación del tren de alta velocidad y el gran lago artificial, todo abocado hacia una muralla de hormigón con agujeros, componen una imagen emblemática de la ciudad.

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La gente de la ciudad de Calais está orgullosa de la obra, y se les nota. Cualquier pregunta sobre la construcción del túnel se responde con una media sonrisa de satisfacción. No es de extrañar, teniendo en cuenta que los calaisinos asumen el túnel como algo propio. En algunos casos, hecho literalmente con sus manos.

Las tareas de perforación del túnel, la llamada gran cantera, permitieron reducir el desempleo de la zona a un escueto 4%, frente al 9% que, como media general, padecen las regiones francesas limítrofes.

La obra, sin embargo, está terminada. Ahí queda la montaña artificial, levantada con los casi seis millones de toneladas de grava extraidas del subsuelo marino, como prueba del esfuerzo. Se acabó el trabajo, se acabó la aventura, y lo que no tienen claro en Calais es que el éxito de ingeniería y la publicidad positiva de los últimos años tengan continuidad, una vez el túnel esté abierto.

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Aumenta el desempleo

De momento, el desempleo vuelve a subir. Y quienes viven del turismo temen engrosar sus colas en un futuro no muy lejano. "Los transbordadores son gasto, turismo auténtico. Quienes utilicen el túnel pasarán de largo, verán Calais sólo como un indicador de tráfico. A la larga, saldremos perdiendo". Quien habla es André, dueño de uno de los cientos de bares que se ganan la vida con el público de los transbordadores.

Más o menos lo mismo se piensa en los supermercados y las licorerías, que hacen su fortuna vendiendo alcohol y tabaco a los domingueros británicos. Desde que se relajaron las restricciones sobre la importación de estos productos, en 1992, los ingleses se lanzaron como locos sobre los ferries y Calais, donde se fuma y se bebe con razonables precios continentales. El negocio, en realidad, son los transbordadores. Y el túnel, tan bonito mientras se construía, tan enorgullecedor como maravilla del mundo moderno, empieza a ser visto como un intruso inquietante.

Sin embargo, el peligro no es inminente. No habrá túnel este verano, al menos para el turismo convencional, y eso da un margen de respiro. A fuerza de retrasos, hay incluso quien piensa que eso del túnel no funcionará nunca, al menos como medio de transporte masivo. "Demasiadas complicaciones", murmura un parroquiano escéptico. "Algunos lo utilizarán, pero la mayoría, creo yo, seguirá yendo por mar. Al menos en verano, que es la temporada fuerte".

Un elemento de guasa

El túnel quedará, eso sí, como elemento de guasa hacia los vecinos de la otra costa. "Ah, pero ¿ya tienen agujero al otro lado?", se ríe uno. Las noticias sobre los enlaces británicos, o más bien sobre la falta de los mismos, causan regocijo general. "Ni autopistas, ni tren rápido, ni nada. Al llegar a Folkestone, uno tiene que coger el autobús de línea, y, ¡hala!, paciencia". Más risas del personal.

En los estamentos oficiales, la cosa del túnel se toma mucho más en serio. Calais ha de convertirse oficialmente en nudo del principal haz de trenes y autopistas en toda Europa. Sus comunicaciones, ya excelentes ahora, situarán a la hermosa Normandía a tiro de piedra de capitales como París, Londres, Bruselas y Francfort, y el sueño es que con la rapidez de los transportes lleguen pronto las inversiones industriales.

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