Fresas en París
LAS FRESAS españolas se vendían en París a principios de abril a un precio tres veces inferior al de las fresas francesas. Aunque el mercado se encargó de equilibrar esa diferencia hasta la mitad, los agricultores franceses consideraron insostenible esa situación y respondieron utilizando medios legales para resolver su falta de competitividad dentro del Mercado único. Por un lado, comandos perfectamente impunes de agricultores atacaron camiones y destruyeron cientos de toneladas de fruta. Por otro, los grandes supermercados recibieron la orden, siempre oficiosa, de retirar la fruta española y sustituirla por las pálidas y menos dulces garriguettes.
El Gobierno de Balladur siguió así una tradición de anteriores Gabinetes, que han hecho siempre la vista gorda ante cierto tipo de atentados a la libre circulación de mercancías dentro de la Unión Europea. En este caso, la tradición se veía reforzada por la flojera del primer ministro ante las reivindicaciones de la calle: no en vano aspira a suceder a Mitterrand en 1995. El grupo de presión agrícola, organizado alrededor de la violenta Coordinadora Rural, cuenta con MUY buenas relaciones, incluso de financiación, con determinados sectores del neogaullista RPR (Asamblea para la República). Tiene razón el consejero de Agricultura de Andalucía cuando ha llamado "mafiosos y desaprensivos" a los autores de estos atentados.
La guerra de la fresa, desencadenada por los agricultores más subvencionados del continente europeo, y posiblemente del planeta, no pone en peligro únicamente los legítimos intereses de otros agricultores, los españoles, que ponen en juego las ventajas comparativas de sus explotaciones. Pone en peligro también los propios principios de la Unión Europea, es decir, la cooperación entre países y la unidad del mercado, y atenta directamente contra la doctrina de la libertad de comercio consagrada en el GATT.
Los países menos desarrollados -y las regiones más desfavorecidas no tendrían ninguna oportunidad de aumentar su renta si los más ricos, en este caso los horticultores franceses, utilizan técnicas mafiosas de protección y se convierten en una fortaleza comercial inexpugnable. En este caso, además, estamos hablando de un producto sobre el que se mantiene todavía un cierto control comunitario que limita el acceso de fresa española al mercado. francés a una cantidad semanal que nunca se ha desbordado. En concreto, el problema afecta a unas 10.000 toneladas de fruta española cuya colocación en el mercado francés coincide con el inicio de la campaña de la garriguette.
De acuerdo con la filosofía comunitaria, España debería pedir más libertad hasta la desaparición de este mecanismo complementario de intercambio, y no menos. Pero, visto lo que sucede, lo que hay que exigir, de momento, es que Francia castigue a quienes atentan contra la libertad de circulación de mercancías dentro de su territorio o, en caso contrario, que sea la Comisión Europea la que sancione a Francia. En caso contrario, se seguirán acumulando pruebas de que lo que produce rendimientos es la violación de los tratados.
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