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La lengua española, una inversión con futuro

Académicos y escritores supeditan el porvenir del idioma a la unidad cultural hispánica

El español ya no es la lengua del imperio ni el lenguaje de los negocios y la tecnología. Es el idioma de la periferia del poder mundial, que habla inglés, pero también el principal patrimonio de más de 300 millones de hablantes, cuya vitalidad le garantiza su futuro. Al menos así lo afirman la mayoría de los académicos y escritores españoles y latinoamericanos consultados. La pérdida de dos letras del alfabeto castellano, la Ch y la LL, en aras de una unificación por la que un día podrían pasar los acentos y otras supuestas piezas intocables de la ortografía, se intuye como un primer paso para no perder la carrera por la hegemonía frente al inglés. Porque, como señala el novelista Manuel Rivas, "el español es nuestra industria más próspera".

Los máximos especialistas del español, reunidos en Madrid en el X Congreso de Academias de la Lengua, hicieron que la semana arrancara con la noticia de que algo tan intocable, en teoría, como el alfabeto español dejaba sin autonomía a dos de sus consonantes: la CH y la LL. Los padres del idioma se apresuraron a puntualizar que el sonido seguiría existiendo y que todo se reducía a una reordenación del diccionario. En lugar de 23 consonantes, el español pasaba a tener 21. La mayor parte de las academias de los países americanos se opusieron inicialmente, pero terminaron aceptando la propuesta de la Academia Española siempre y cuando las consonantes ejecutadas ocuparan un espacio especial junto a las letras de las que pasaban a depender: la C y la L. La inmensa mayoría de los especialistas aprobó la propuesta. ¿Pero dónde terminará esta unificación? ¿En qué forma influirá en nuestra forma de hablar? ¿Cómo será el español del próximo siglo?Tanto académicos como escritores no dudan en señalar que el español que viene será sin duda una lengua producto de la contaminación y de la unificación entre el inglés y el castellano. Ambas lenguas proseguirán su expansión imparable haciéndose mutuos préstamos lingüísticos a la vez que los usos y costumbres respectivos harán disminuir el propio vocabulario.

Margarita Carrera, subdirectora de la Academia guatemalteca, recuerda que los idiomas son entidades que nacen, crecen y se reproducen. "Uno no puede poner diques al lenguaje porque los idiomas se enriquecen mutuamente prestándose los términos de los que cada una carece, tal como ocurre con el inglés y el español". La especialista guatemalteca advierte del peligro de las sustituciones. "Si una lengua tiene un término para definir una función, no necesita préstamos". Y, como muchos de sus compañeros académicos, responsabiliza a los medios de comunicación de esa labor de vigilancia.

El idioma se defiende solo

Francisco Ayala no confía demasiado en las medidas concretas de protección de la lengua, ya que, en su opinión, "los idiomas se defienden por sí mismos", e incluso, "los esfuerzos que en algún sitio puedan hacerse para erradicar una lengua tampoco en definitiva triunfan". Para el autor de Memorias y olvidos, "el español no se encuentra en peligro. Al contrario, tiene una vitalidad creciente y se halla en expansión". "Nuestra lengua", añade, "contrasta con la situación del francés que está en retroceso en el mundo. Los esfuerzos que quiere hacer el Gobierno francés para defenderlo quizá no sean muy eficaces".Más radical es Fernando Savater, para quien las recientes medidas propuestas por el Gobierno francés para proteger su idioma de los anglicismos "son ridículas" y reveladoras de una "conciencia de inferioridad". "Las culturas vivas siempre buscan el mestizaje: el purismo es esterilizador". Sin embargo, Savater, que está convencido de la buena salud del castellano, sí lamenta el "poco español que hablan los españoles". "Se observa, sobre todo en la juventud, pobreza de vocabulario y desprecio por la galanura de la lengua, por recrearse en el idioma; y no lo digo por descubrir casticismos sino por buscar la sutilidad en la expresión".

Al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos no le importa "tanto la fijeza del idioma como el mantenimiento del espíritu de unidad cultural" entre los hispanohablantes. El autor de Yo, el Supremo coincide con Ayala en que el idioma se defiende solo, aunque ve con cierta preocupación "fenómenos de dialectalización del español" y la supremacía del inglés en el campo de la tecnología. A favor de la eliminación de la CH y la LL como letras autónomas en el alfabeto, Roa Bastos matiza que "esos cambios y los por venir deben derivar de la propia evolución natural de la lengua".

Para el novelista gallego Manuel Rivas el idioma "no sólo es un medio de comunicación; es un capital ecológico y cada vez lo será más". "Acabará convirténdose", agrega, "en una de las llamadas externalidades económias y su valor de mercado se multiplicará. En este sentido, el autor de Un millón de vacas augura un papel crucial a la Academia en el futuro, a la que imagina como "un consejo de Administración de la lengua, porque tiene mucho más sentido gastar dinero en difusión y protección del idioma que en mantener aIgunas embajadas". Rivas no sólo no cree que el español esté en peligro sino que considera que "es una de las pocas industrias prósperas que hay". "Su expansión es constante y se produce a contracorriente del lugar que ocupa el español en el poder económico y político del mundo. El lenguaje de los colonizados es el que está tomando el imperio".

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