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15.000 muertos en cuatro años de violencia política

La decisión de Mangosuthu Buthelezi de participar en estas elecciones ha sido como mano de santo para la violencia política, que en los últimos cuatro años ha costado del orden de 15.000 vidas en Suráfrica y ha provocado decenas de miles de desplazados como Nokuthula, una joven de 20 años que acaba de tener una hija en uno de los locales de refugio para los huidos de ese gran campo de batalla que es el gueto de Kuamashu, en las inmediaciones de Durban.Nokuthula mece en sus brazos a la diminuta Nonkululeko y su máxima preocupación ahora mismo es cómo va a alimentarla cuando deje de darle pecho. Del padre de la cría no sabe nada. Y además ya había dejado de ir a visitarla antes de que hace unos días ella tuviera que dejar las cuatro paredes de su casa por temor a que alguno de los muchos disparos que oía constantemente terminase por ser una bala que pusiera fin a su vida.

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Él vivía en una residencia para emigrantes en el gueto, lo que quiere decir que es miembro del Partido de la Libertad Inkhata (IFP), y en las últimas semanas, un día sí y otro también, había continuos enfrentamientos entre los emigrantes y sus vecinos, partidarios del Congreso Nacional Africano (ANC). La madre y la hija son dos de las tantísimas víctimas inocentes de la guerra que han venido librando los zulúes de Buthelezi y los partidarios del ANC desde mediados de los años ochenta en la provincia de Natal y en los guetos que rodean Johanesburgo y Pretoria.

Todo empezó hace una década, y la gente de Kuamashu ya no sabe ni cuándo ni cómo, con el repudio de Buthelezi a la lucha armada, y su negativa a ratificar el boicoteo económico contra el régimen racista, los dos cañones con los que el ANC decidió disparar contra la fortaleza del apartheid. Esa decisión fue tomada como una declarción de guerra por los seguidores de un Mandela entonces encarcelado y un ANC en el exilio, que en el interior operaba a través del Frente Democrático Unido (UDF), una agrupación de cientos de entidades antisegregacionistas. Buthelezi, que, con ciertos altibajos, había contado con el apoyo del grupo de Mandela, que veía en Inkhata una sucursal interna del ANC, se convirtió en el enemigo a batir, dadas sus críticas a la estrategia del ANC y su privilegiado acceso a líderes como Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que creaban un eco mundial a tales críticas.

Inkatha y el ANC abrieron hostilidades. El grupo de Buthelezi era la fuerza política dominante en Natal y allí comenzó a hacer labor de zapa el UDF, que con su ideología socializante puso sus ojos en los proletarizados guetos de Durban y Pietermaritzburg, la capital de Natal. Inkatha resistió con las armas este asalto a su feudo, y los camaradas del UDF respondieron con la misma moneda. Buthelezi aplicó la táctica de sus enemigos y convirtió a los nuevos emigrantes zulúes en los guetos en puntas de lanza de su guerra contra el ANC. Así, hasta que el martes Buthelezi y Mandela se comprometieron a acabar con esta violencia. Nokuthula, la joven madre, desea con todas sus fuerzas que así sea, pero sus ojos siguen mirando con melancolía a la dormida Nonkululeko.

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