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Un suspiro de alivio en los guetos negros

La entrada de Inkatha en la contienda electoral abre una tregua en medio de un semillero de odios

Cuatro adolescentes con tres carteles electorales de un sonriente Mandela, "La elección del pueblo", se lanzaron ladera arriba en una de las áreas limítrofes entre los guetos de Kuamashu y Lindelani, a una treintena de kilómetros al norte de Durban. Entre las chabolas de lo alto de la colina hubo carreras y se formó de inmediato un pequeño grupo. Los policías que vieron la escena volaron con su blindado y llegaron a tiempo de evitar un enfrenta miento entre los desafiantes partidarios de Mandela y sus mortales enemigos del Partido de la Libertad Inkatha (IFP), encabezado por Mangosuthu Buthelezi. Los jóvenes del Congreso Nacional Africano (ANC) clavetearon uno de los carteles en un poste junto a otro de Buthelezi, "Cuando llegue la hora", y los otros dos, en una chabola. La policía tuvo que explicar a los de Inkatha que lo que ellos veían como una violación de su territorio estaba en conformidad con la ley. Aceptaron a regañadientes, aunque uno preguntó si ellos podían hacer lo mismo. La respuesta fue afirmativa. Poco después, mientras los provocadores se retiraban, los de Inkatha iban ladera abajo con carteles electorales propios, "Haz a nuestro país libre, vota IFP".La escena no se hubiese producido de no haber sido porque el pasado martes, Mandela, Buthelezi y el propio presidente, Frederik W. de Klerk, firmaron en Pretoria el acuerdo por el que el IFP aceptaba participar en las primeras elecciones libres de la historia, de Suráfrica a cambio de vagas concesiones de mayor autonomía para la provincia de Natal-Kuazulú y del reconocimiento constitucional de un estatuto especial para la monarquía y el rey zulúes.

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Suspiro de alivio

La firma de ese pacto, que también incluía el compromiso de buscar la paz, fue acogida con un suspiro de alivio que resonó en toda la nación, temerosa del estallido de una guerra civil con los zulúes de Buthelezi. Y fue recibida con especial alivio en Kuamashu y Lindelani, dos de los muchos guetos de Natal y de la zona de Johanesburgo convertidos en semilleros de odio. El boicoteo de Buthelezi a las elecciones, la última coartada en la larga guerra entre Inkatha y el ANC, producía cada día muertos y más muertos en esas dos áreas y ahora se abre una tregua que todos confían acabe por consolidarse.

Las verdes colinas de Kuamashu y Lindelani acogen a cientos de miles de zulúes llegados del interior de la provincia a la busca de trabajo en Durban. Trabajos precarios mal pagados, que sólo dan para vivir en condiciones de extrema pobreza. Humildes casas alternan con chamizos improvisados, chabolas hechas con plantas metálicas o con trozos de madera y chozas al estilo tradidional africano hasta donde se pierde la vista. Suben y bajan infinitas laderas, cobijando en su interior a supervivientes del apartheid y de la enésima guerra zulú, peones anónimos que mueren sin saber por qué en luchas de taifas.

Mandla Shabalala sí sabe por qué, pero él no es un peón. Es el jefe supremo de Lindelani, un feudo de Inkatha, y, según los camaradas del ANC, un señor de la guerra y un asesino, el responsable de los ataques que perpetran los hombres del IFP. "Me gusta que me llamen señor de la guerra", dice en un despacho de un centro de formación profesional en una de las colinas de Lindelani. "Pero si fuese del ANC seguro que no me lo llamarían, porque parece que ellos son unos angelitos". Estrábico, con la cara marcada por cicatrices iniciáticas y voz de lija, Shabalala reconoce que "la violencia ha bajado, pero seguirá habiendo incidentes, porque las cosas no pueden cambiar de la noche a la mañana".

Ahora se está concentrando en preparar los comicios de la próxima semana, en hacer que la gente de su taifa pueda votar y lo haga como quiere la comunidad internacional, de forma libre y limpia. Es una tarea ingente la que tiene por delante porque el bocioteo de Buthelezi hizo imposible que en su zona se enseñara a la gente cómo votar. Inkatha, además, necesita que no se dilapide un solo sufragio. El cuarto de millón de potenciales votantes que exageradamente Shabalala calcula tener bajo su férula no le van a decep-

Un suspiro de alivio en los guetos negros

cionar. "Estoy seguro de que 240.000 de los 250.000 van a votar a favor del IFP", dice entre risotadas. "Vamos a ver si ocurre un milagro y ganamos las elecciones" en Natal-Kuazulu.Los sondeos eran poco caritativos con Inkatha, pero su repentina irrupción en la arena electoral le va a ayudar, en especial en Kuazulu, la región autónoma feudo de Buthelezi, donde los blancos conservadores han encontrado una nueva cuerda política que tocar. Como dice uno: "Creo que aquí hay mucha gente que va a dejar de votar al Partido Demócrata [liberal] o al Partido Nacional [del presidente de De Klerk] para pasarse al IFP". Música celestial a los oídos de Buthelezi, que, según algunos sondeos, sólo consigue el apoyo de uno de cada cuatro zulúes para mayor gloria de Mandela. Ese magro apoyo supone que tendrá alrededor de 20 escaños en una Asamblea Nacional de 420 diputados, pero aun así, será la tercera fuerza política del país, sólo precedido por el proteico ANC, con 260 escaños, y el Partido Nacional de De Klerk, que rondará los 65.

Para los muchos seguidores del ANC en el vecino Kuamashu, la participación de Inkatha en la campaña no es sólo un reto electoral. "Ahora no hay tiros", en palabras de Shipo Nkosi, un maestro que no da clases desde hace tres semanas por las amenazas contra su gremio proferidas por gente de Inkatha. "Mienten si dicen que les hemos amenazado", replica Shabalala. "Lo que quieren es tener a los niños en la calle para que hagan lo que ellos necesiten: poner carteles, intimidar a la gente, preguntar casa por casa a quién se va a votar...". En Lindelani se ve a niños perfectamente uniformados volver a casa desde el colegio. "No toleraría que no fueran a clase", dice el señor de la guerra, venerado por sus huestes.

Pero no todos pueden acudir a las aulas. Algunas familias acaban de llegar huyendo de los enfrentamientos entre Inkatha y el ANC en diversas partes de Natal, y Shabalala las ha acogido en unos cobertizos mientras se les encuentra un lugar donde adultos y niños puedan erigir su chabola. En el patio de esa zona de acogida para refugiados, envuelto todo en un penetrante olor a excrementos de cabra que alfombran el suelo, cuatro jóvenes lustran el descomunal Mercedes automático de su señor. Nadie está para pensar en comicios ni programas. Se votará a Inkatha porque es el partido de los zulúes.

Shabalala no es tan drástico. Se puede ser un buen zulú y estar con otro partido. "Mi líder [Buthelezi] fue del ANC y yo fui de las juventudes del ANC; no importa a qué partido se pertenezca, lo importante es el respeto", dice a modo de despedida. Ni en Lindelani ni en Kwamashu hay efervescencia electoral. Arriba, sólo aislados carteles de Buthelezi aparecen clavados a los postes de la luz, y abajo, tampoco muchos, de Mandela, el propio Buthelezi y algún que otro político negro compartiendo todos los postes. Sólo en la carretera de acceso desde la autopista hay grandes carteles murales. "Vota por paz, trabajo y vivienda", pide De Klerk. Mandela reclama: "Vota por trabajo, paz y libertad". Mientras el Partido Demócrata ofrece: "Trabajo, vivienda y paz". Todos saben qué hace falta en Kuarnashu y Lindelani, donde los jóvenes se juegan la vida por colocar carteles en territorio enemigo.

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